Edward gruñó furiosamente a la criatura que no cedía. El animal también le gruñó enojado y resopló molesto antes de atacar nuevamente. Edward gruñó y atacó también, agarrándolo con fuerza por el cuello y estrellándolo contra un árbol cercano. La fuerza de la presión hizo que el árbol se rompiera y el que estaba al lado cuando la criatura aterrizó sobre él también. Él se retorció y corrió tras él, recogiéndolo una vez más y estrellándolo contra el suelo, creando un agujero profundo de inmediato.
La criatura salió y atacó con sus garras, cortándolo en el pecho y en la cara pero vio como la herida sanaba inmediatamente. La sorpresa que obtuvo de la situación fue evidente en sus ojos rojos, pero Edward no le dio tiempo para recuperarse y atacó una vez más. Agarrándolo por el cuello y hundiéndole sus colmillos.
La criatura se retorcía y pateaba, pero no podía liberarse. Lo atravesó con sus garras, pero todas las heridas sanaron antes de que se pudiera hacer daño. Podía sentir que su fuer