Ernesto dejó el documento en la mano y le miró.
—¿Hablas con tu padre con esta actitud?
Se burló Leonardo, —Tú sólo aportaste un espermatozoide, no me pariste ni me criaste, ¿mereces ser mi padre?
—¡Imbécil!
Ernesto cogió el tintero y se lo lanzó a Leonardo, pero él agachó la cabeza y miró con frialdad.
—Señor Santos, parece que no tienes nada que decirme, me voy.
Se dio la vuelta y dio dos pasos. La voz fría y amenazadora de Ernesto llegó desde detrás de él.
—Si te atreves a salir ahora del estudio, ¿crees que Natalie morirá mañana?
Leonardo se volvió bruscamente y lo miró con frialdad, —¡Tú no te atreves!
Los ojos de Ernesto estaban sombríos, —¡A ver si me atrevo o no!
—¡Si le haces daño, te enterraré con ella!
—¿Crees que eres capaz de amenazarme? Ni siquiera puedes vencer a la familia Silva, ¿y quieres vencerme a mí?
Leonardo lo miró fríamente, impaciente. —¿Qué quieres decir?
—Divórciate de Natalie. Ella no te merece. Te encontraré una esposa mejor.
— De ninguna manera. Excepto el