Adriana pensó detenidamente.
Cuando regresó al vestidor y encontró su cambiador, tomó la vestimenta y los zapatos que llevaban su nombre bordado.
Lo primero que hizo fue revisar cuidadosamente el vestido por dentro y por fuera, pero no encontró nada extraño…
Se lo puso y lo sintió cómodo, sin notar nada fuera de lo común. Satisfecha, salió del vestidor.
Desde las sombras, dos mujeres observaban cómo salía con el vestido puesto y comenzaron a hablar en voz baja.
—¿Estás segura de que le hiciste algo al vestido? No me digas que solo aflojaste los tirantes…
—Cállate y espera—respondió la otra mujer con una sonrisa arrogante.— ¡Le clavé un alfiler en la suela de sus zapatos!
—¿Un alfiler? ¿No se va a dar cuenta enseguida? Si lo siente antes de llegar al salón y se cambia de zapatos, ¿qué harás?
—No te preocupes, lo hice muy bien. El alfiler apenas empezará a molestarle cuando empiece a bailar. Espero caiga sobre el pastel y quede retratada frente a todos.
Apenas salía del ascensor