Directo al hospital

Directo al hospital

Las luces del entorno se me mostraban confusas y disipadas de una forma antinatural. Mi cuerpo era ligero y se sentía como llevado por los aires de una forma que no podía entender. Mi mente se enfocaba solamente en sensaciones exactas y colores específicos, pero ni siquiera podía recordar quien era o en donde estaba.

A lo lejos escuchaba a Ethan que no dejaba de hablarme. Su voz me mantenía aferrada a la realidad de cierta manera, aunque mis piernas no terminaban de reaccionar del todo.

De las papas o los tomates no tenía noticias, no sabía a donde había ido a parar nada de aquello.

Al poco rato, gracias a los esfuerzos de Ethan, de a poco comenzaba a recordar algunas escenas estáticas como fotografías de lo que había sido mi desplome. Lo que había comenzado como una simple caminata había terminado con mi cuerpo en contra la fría superficie de la acera.

―Ya…. Ya, ya estoy mejor ―susurré sin poder evitar el tartamudeo excesivo, pues mi lengua aún no terminaba de obedecerme del todo los designios de mi mente―, ya puedes bajarme ―le dije cuando mis ojos todavía no terminaban de procesar la conjunción de colores y formas que se mostraban frente a mí―. Las bolsas… ¿Dónde están las papas?

Ethan no me dijo nada de inmediato. En sus brazos me llevaba más allá de un punto donde no alcanzaba a entender lo que en verdad estaba pasando.

―En verdad solo fue un pequeño desmayo ―le dije aún con la cabeza dándome vueltas.

―Emi, estamos en el hospital ―sentenció Ethan, dejándome saber que aquello no había sido un breve desvanecimiento como yo asumía, sino que en realidad había pasado algo de tiempo entre mi desmayo y el despertar a medias que estaba experimentado, por lo menos el tiempo suficiente como para que Ethan pudiese llevarme a emergencias sobre sus brazos.

Cuando un par de enfermeras y un camillero me tomaron de brazos de Ethan, yo aún me obstinaba en asegurarles que todo estaba bien, que no había nada que temer, que solo había sido un desvanecimiento por mi descuido alimenticio, pero para cuando quise darme cuenta ya estaba rodeada por aparatos y una doctora alumbraba directo a mi ojo apuntando con una luz antes de preguntarme cuantos dedos tenía en su mano.

―Tres ―le dije―, y había comprado cinco papas que no sé en dónde están.

La doctora sonrió de manera sosegada mientras anotaba algunas cosas en una hoja.

―Tranquila señorita… su esposo seguramente las recogió… ¿O es su novio?

― ¡Ninguna de las dos! ― me apresuré a aclarar a pesar de que aún sentía que mi cabeza estaba siendo aplastada sin compasión―…. Ethan solo es mi amigo.

La doctora se encogió de hombros haciendo un gesto de confusión mientras me tomaba el pulso.

―Lo siento de verdad…. Pero es que por la forma en que el joven se preocupa por usted creí que de verdad ustedes eran algo.

Aquella aseveración de la doctora de edad mediana y sonrisa agradable me dejó consternada, pero por lo pronto no tenía ni tiempo ni atención para ocuparme de esas menudencias.

―No se haga lío ―le dije negando con esmero―, y gracias por todo de verdad, pero ya debo irme, mi hermanito debe estar a punto de volver de la escuela.

Yo intenté incorporarme sobre la camilla, pero la doctora me colocó una mano en el pecho y negó con mucho énfasis de manera certera.

―Disculpe señorita, pero usted solo se podrá ir de aquí cuando yo le dé el alta médica y hasta que no se le realicen unos exámenes y obtengamos los resultados necesarios para descubrir la causa de su desvanecimiento, eso no ocurrirá.

―Pero mi hermano….

―Pídale el favor a su amigo… se nota que él por usted iría hasta el fin del mundo si se lo pidiera.

― ¿Por qué lo dice? ―le pregunté confundida por su afirmación.

―Intuición ―sentenció la doctora sin dejar de sonreír en ningún momento.

La doctora entonces se dio la vuelta y salió del cubículo para llamar a una de las enfermeras. Al poco rato Ethan entró al cubículo donde me habían dejado conectada a unos monitores que hacían seguimiento a mis signos vitales.

―Hola ―saludó con timidez y con preocupación notoria―…. ¿Cómo te sientes?

―Bien ―mentí sin poder convencer a mi cuerpo de acompañarme en la mentira, pues mis párpados se sentían pesados y mi boca se movía con lentitud―, ya quería irme, pero no me dejan.

― ¡Ni se te ocurra! ―exclamó Ethan, frunciendo el ceño y mostrándose serio de manera bastante atractiva. No había manera de que yo sintiera nada por él en medio de mi dolor, pero la suerte de por lo menos tener a un amigo como él a mi lado en un momento así era algo para sentirme más aliviada―. ¡De aquí no nos vamos hasta que los médicos nos digan que es lo que ocurre!

―Ethan, pero David está a punto de volver de la escuela… en la casa estará solo.

―No te preocupes, voy de inmediato a buscarlo y lo llevaré a casa de la mamá de Ana para volver cuanto antes para estar contigo… ¿Segura que te sientes bien?

―Si Ethan, quiero irme de aquí.

Ethan entonces dio un paso para acercarse a mí y de manera inesperada tomó mi mano entre la suya, haciendo que el frío se disipará de pronto con la calidez de su tacto. Una sonrisa que no dejaba de ser tímida me miró desde su rostro.

―Lo siento, pero debes descansar… quédate tranquila. Volveré cuanto antes. No pienso dejarte sola… aún tenemos una conversación pendiente.

Asentí sonriendo, contagiada por la sutileza y dulzura de su gesto, entonces Ethan dio la vuelta y salió del cubículo, no sin antes informarle a una de las enfermeras para que estuviese pendiente de mí. Antes de que la enfermera cerrara del todo la cortina, pude verlo una última vez antes de salir a toda prisa por el pasillo de aquel hospital.

―Su esposo es muy intenso ―dijo en broma la enfermera de edad madura y sonrisa amplia.

“Otra vez, no puede ser”, pensé, pero esa vez ni siquiera me molesté en explicarle la situación, solamente sonreí y me encogí de hombros sin poder comprender como había terminado metida en esa disparatada situación.

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