Caos

―Lo siento yo tampoco entiendo.

Fueron las únicas palabras que pude pronunciar en medio de la hecatombe que se desencadenó en el epicentro de aquella oficina.

La mujer del vestido manchado se encontraba histérica mientras con su gesto dejaba en claro que yo no era su persona favorita en el mundo. Con las venas de su cuello a punto de estallar y sus manos apretadas formando puños amenazantes, la mujer gesticulaba mientras insultaba al escuchar mi declaración de inocencia.

― ¡¿Pero qué diablos hiciste firmando ese contrato?! ―me preguntó la rubia con mucha furia.

―Sí, ¿Por qué firmó el contrato señorita? ―el sujeto del traje marón también se sumó al juicio en mi contra, pues quedaba en claro que algo no andaba bien.

―Es que yo vine a firmar un contrato señor ―respondí haciendo un acopio de fuerzas enorme―… yo envié mi hoja de vida para el puesto de servicio y me dijeron que hoy debía pasar a firmar mi contrato de empleo.

El sujeto del traje explayó sus ojos con un gesto de exagerada sorpresa cuando escuchó mi explicación. Llevándose las manos a la cabeza soltó una risita irónica y cansada sin atreverse a voltear a ver al señor Cavill que aún permanecía frente a nosotros con su gesto impasible.

― ¡¿Pero cómo se le ocurre haber llegado hasta mi oficina?! ―espetó el sujeto con exasperación mientras la rubia hacia un berrinche con sus ojos y boca―. Su contratación sería realizada en el departamento de recursos humanos señorita… su asunto no tenía nada que ver con este contrato.

Las revelaciones insidiosas me llegaban como dardos de vergüenza que me hacían quedar sepultada debajo del peso de aquel caos que me entenebrecía todas las posibilidades de que aquel primer día de trabajo fuese el éxito que yo esperaba.

―La verdad no sé qué pasó… yo seguí las indicaciones de la chica de la recepción y llegue hasta su oficina.

― ¡Mentira! ―exclamó la rubia con fuego en los ojos y veneno en las palabras―. ¡Tú hiciste que yo me retrasara! Fue tu plan todo este tiempo… por eso me derramaste el café encima para llegar antes que yo y quedarte con el contrato.

―No, señorita, no sé de qué está hablando, lo que yo le estoy diciendo es toda la verdad.

La rubia tomó mis palabras como una afrenta, por lo que se adelantó para quedar justo frente a mí. Por el tamaño de sus tacones me sacaba casi una cabeza de ventaja en la altura, por lo cual me miraba hacia abajo con desdén.

― ¡No eres más que una cazafortunas que quiere aprovecharse de la situación!

Si hasta el momento había tratado de contenerme por la necesidad de seguir manteniendo viva la posibilidad de aspirar al trabajo, ya luego de esa afrenta tan abusiva y descarada dejé de lado todo comedimiento y no dudé dos veces en responderle a la mujer que se regodeaba en insultos.

― ¡Señorita, no diga estupideces! ―respondí enfrentándome a ella sin pensar en que estábamos justo frente al dueño del lugar, quien sorprendentemente había permanecido en silencio presenciando todo aquello―, si no está sorda entonces debió escucharme cuando me disculpé por haber propiciado la confusión… no fue mi intención crear ningún desorden de este tipo, yo solo llegué aquí porque necesitaba el trabajo, pero creo que lamentablemente no se va a poder así que mejor dejémoslo así.

Terminé de desahogar mi frustración de esa manera y me di la vuelta con intenciones de encaminarme a la puerta para dar por terminado ese tumultuoso pasaje de humillación. La rubia quedó a mi espalda, resoplando de furia e impotencia cuando me vi dejándola con la palabra en la boca.

― ¡Disculpe señorita! ―gritó el sujeto del traje marrón apresurándose para interrumpir mi retirada―… usted no se puede retirar así, debemos invalidar el contrato que usted firmó.

Me detuve con mucha molestia, mientras sopesaba las implicaciones de todo aquel barullo. Ya mi mente comenzaba a recalar en lo que debía hacer luego de eso para seguir buscando la manera de poder traer conmigo a mi hermano.

Estuve a punto de decir algo como contestación, pero la voz del CEO se escuchó al fin nuevamente dejándonos a todos con la boca abierta de asombro.

―No quiero que se anule ese contrato ―sentenció el sujeto de los hermosos ojos azules.

Yo me giré apremiada por un estallido de curiosidad que me impulsó a mirarle a los ojos para descubrir el sentido de aquella sentencia de su parte. Lo primero que pensé fue en la posibilidad de una broma pesada, pero en el rostro del señor Cavill no encontré ni un rastro de burla.

― ¿Disculpe? ―el sujeto del traje marrón se mostró dubitativo al hacer la pregunta, pero fue tanta la impresión de escuchar aquello que se vio en la necesidad de plantear el cuestionamiento.

La rubia se había quedado con la boca completamente abierta aun cuando el sujeto hizo la pregunta.

―Como ya dije: no quiero que el contrato sea rescindido… ella ―dijo el señor Cavill señalándome con su dedo índice de su mano derecha como si seleccionara el sabor de su helado―, ella se quedara a trabajar conmigo… para la señorita ―entonces señaló a la rubia que había pasado de la sorpresa a la angustia en un santiamén―, quiero que prepares otro contrato: ella puede encargarse de los asuntos de recursos humanos por ejemplo.

El sujeto del traje oscuro quedó en shock, mientras que el rostro de la rubia era uno de pleno pánico.

―Como usted guste, señor ―asintió el sujeto del traje oscuro pasando a indicarle a la rubia que le siguiera.

Yo había asistido a todo aquello como una mera espectadora a pesar de que mi persona estaba involucrada en el asunto de manera irremediable.

― ¡Disculpen! ―exclamé para hacer notar mi confusión― Aún no se me informó cuál será ese trabajo y mucho menos se me ha preguntado si es de mi agrado.

La rubia sonrió como se sonríe alguien con desprecio. El sujeto del traje oscuro se me acercó de inmediato y me dijo:

―Señorita al señor Cavill no se lleva la contraria… usted acepte y nada más.

Al decir esto siguió su camino hacia la puerta, seguido de la rubia que me miraba con desdén y envidia al mismo tiempo.

Solo entonces me atreví a mirar nuevamente al frente, donde los ojos de cielo del CEO aún seguían sobre mí.

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