Nunca le había visto beber. Aquello no era lo mejor para su ego. Que casarse con ella le indujese a beber hacia años que solo provaba como máximo una copa de champán en los eventos sociales y máximo dos copas de vino en la comida.
–¿Y qué hay del banquete?
–Estoy demasiado ansioso por llevarte a mi casa y consumar este matrimonio –respondió él con sequedad–. Tendremos que saltárnoslo.
–¿Qué?
–Que nos vamos. Ahora.
Nikos volvió a darle la mano y salió con ella por la puerta principal, donde esperaba una limusina. Abrió la puerta de atrás y ella se montó. Después se subió él y cerró la puerta. Miró por la ventanilla, ella siguió la dirección de su mirada y vio al fotógrafo de pie en las escaleras.
–Vamos a darle una foto –murmuró
–Las lunas están tintadas.
–Ya encontrará la manera de solucionarlo. Al fin y al cabo su trabajo es hacer la foto.
La pegó a su cuerpo y, por segunda vez en cinco minutos, la besó. Deslizó la lengua entre sus labios para saborearla y, una vez más, ella