Capítulo 23. Aclarando dudas.

Al entrar en el cuarto de abuela, el corazón se me encoge. Verla acostada en su cama, medio dormida, es tan raro que, por un momento, me siento fatal. La tristeza me abruma al pensar en la ley de la vida; no habrá sido hoy, pero definitivamente, algún día ella ya no estará con nosotros.

—Abue —llamo y mi voz se quiebra

—¿Maddie? —pregunta ella, confusa, aún sin abrir del todo los ojos—. ¿Eres tú?

—Sí, abue. Soy yo. —Me acerco y tomo su mano. Sus preciosos ojos verdes ahora me devuelven la mirada. Una sonrisa inmensa tira de sus labios.

—Mi Maddie, estás aquí. ¿Cuándo llegaste? —dice, emocionada.

—Hace un momento. Quería darles una sorpresa y no les avisé que venía —digo, antes de que pregunte el motivo de mi visita.

Deposito un suave beso en su frente. El olor

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