El salón, sumido en una tensión eléctrica, parecía demasiado estrecho para contener los miedos y desacuerdos del grupo. Mélanie, sentada en un rincón, no dejaba de lanzar miradas hacia las ventanas, como si esperara ver resurgir la inmensa sombra de Alice. Hugo, por su parte, se había hecho con un b**e viejo encontrado en un armario, blandiéndolo como un talismán contra lo desconocido.
Lucas, de pie junto a la mesa, parecía reflexionar intensamente, su mirada pasando de un rostro a otro. —Escuchen, sé que todo esto es aterrador, pero entrar en pánico no nos ayudará —dijo finalmente, con una voz más calmada de lo que realmente sentía.
Mélanie lo miró fijamente, sus ojos enrojecidos por lágrimas contenidas. —¿Aterrador? ¿Crees que esa palabra basta para describir lo que estamos viviendo? Lucas, esta casa… quiere nuestra muerte.
Mathias, que aún pasaba las fotos en su cámara, levantó la cabeza. —Mélanie tiene razón. No podemos ignorar lo que está sucediendo aquí. Pero huir a ciegas tampoco es la solución. Si queremos salir de esto, debemos entenderlo.
Hugo soltó una carcajada con tono mordaz. —¿Entender qué, Mathias? ¿Que esos dibujos y ese espejo quieren que juguemos a Sherlock Holmes? ¿Cuál es exactamente tu plan?
Alice cruzó los brazos, su mirada severa. —¿Y tú, Hugo? ¿Tu “plan”, cuál es? ¿Hacer como si nada fuera real y esperar que desaparezca por sí solo?
Hugo se volvió hacia ella, levantando ligeramente el b**e. —Al menos, yo no me quedo ahí lamentándome o inventándome historias. Estoy buscando una solución. Si tienen una mejor idea, estoy todo oídos.
Mélanie se levantó, y el tono de su voz traicionó su desesperación. —No entienden… No podemos encontrar solución aquí. Esta casa… no nos deja ir porque nos quiere. Quiere… destruirnos.
Lucas se acercó a ella, poniendo una mano tranquilizadora sobre su hombro. —Mélanie… Nadie aquí quiere quedarse. Pero no podemos actuar precipitadamente. Si esta casa está viva, entonces debe tener fallas. Debemos encontrarlas.
Mélanie negó con la cabeza, retrocediendo bruscamente. —No. No entiendes. No tiene fallas. Controla todo. La luz. El sótano. Incluso nuestras mentes…
Mathias murmuró, como si pensara en voz alta. —Nuestras mentes… Tal vez eso sea. ¿Y si atacara lo que sentimos? ¿Nuestros miedos… nuestros remordimientos…?
Se instaló un silencio tenso. Las palabras de Mathias parecían haber tocado una fibra sensible en cada uno de ellos. Alice se volvió lentamente hacia él. —¿Crees que ella nos manipula… para dividirnos?
Mathias asintió. —Míranos. Desde que llegamos aquí, no hemos dejado de pelear, de culparnos. Es como si ella… aumentara nuestras tensiones.
Hugo estalló en una risa, pero esta vez con un toque de histeria. —¡Ah, genial! Ahora la casa es un terapeuta malévolo. Realmente hemos caído bajo.
Lucas lo interrumpió, con un tono más firme. —Hugo, basta. Tal vez Mathias tenga razón. ¿Y si esta casa se alimenta de nuestras disputas, de nuestro miedo?
Mélanie se volvió a sentar, con los brazos cruzados. —Entonces eso significa que estamos perdidos. Porque no veo cómo podemos permanecer unidos frente a… eso.
Alice se adelantó, con la mirada decidida. —Podemos. Si nos apoyamos, si dejamos de buscar a quién culpar… Al menos podemos intentarlo.
Lucas asintió, tratando de mostrar su apoyo. —Alice tiene razón. El primer paso es permanecer juntos. No importa lo que pase, no debemos dividirnos.
Hugo gruñó, levantando las manos. —Oh, fantástico. Una lección sobre la unidad. Mientras tanto, seguramente la sombra de afuera prepara su próximo golpe.
De repente, se oyó un crujido, esta vez proveniente de la puerta principal. Todos se voltearon de repente, con el corazón latiendo a toda prisa. Mélanie se levantó, con la voz temblorosa. —¿Qué fue eso…?
Lucas avanzó lentamente, sosteniendo la lámpara de aceite. —Lo sabremos.
Mathias, aunque vacilante, agarró su cámara y siguió a Lucas hasta la puerta. Los demás se quedaron atrás, demasiado aterrorizados para moverse. Lucas abrió lentamente la puerta, revelando la opresiva oscuridad del exterior. Pero lo que vio lo hizo retroceder bruscamente. Una silueta, indistinta pero claramente humana, se encontraba allí, temblando. —¿Es… alguien? —balbuceó.
Mathias iluminó a la persona con su lámpara, y resonó una voz familiar. —Lucas… Soy yo. No pude… comunicarme con ustedes.
Lucas abrió los ojos de par en par, reconociendo de inmediato a la persona. Era Léa, una amiga que inicialmente se había negado a acompañ
Léa se instaló en un sillón junto a la chimenea, con las manos aferradas a los reposabrazos como si buscara anclarse a la realidad. El resto del grupo se mantenía a distancia, aún perturbado por su llegada repentina. La atmósfera en la habitación era gélida, y cada uno parecía sumido en sus propios pensamientos.Finalmente, Alice rompió el silencio, su voz traicionando una mezcla de curiosidad y desconfianza. — Léa, ¿por qué cambiaste de opinión? Eras tan categórica cuando te propusieron venir… Léa levantó la mirada hacia Alice, sus rasgos marcados por el cansancio. — Yo… no sé. Algo me decía que debía unirme a ustedes. No podía explicar por qué, pero era como una… una urgencia. Mélanie intercambió una mirada preocupada con Mathias, antes de murmurar suavemente. — ¿Una urgencia? ¿Como una especie… de llamado? Léa vaciló, buscando sus palabras. — Quizás. Pero todo era vago. Todo lo que sabía era que ustedes estaban aquí y que debía estar con ustedes.Hugo, apoyado contra la pared, cruz
El final del día traía una calma opresiva sobre la ciudad. Alice, con los dedos nerviosamente aferrados a la correa de su mochila, se quedaba inmóvil frente a la ventana. Sus ojos seguían el lento movimiento de las densas nubes que se acumulaban en la lejanía, como una silenciosa promesa de tormenta. Inspiró profundamente, tratando de apaciguar la agitación que bullía dentro de ella. Partir lejos de la ciudad, lejos de sus problemas, parecía una idea perfecta. Sin embargo, una pizca de duda la detenía.Lucas la había convencido, con su entusiasmo desbordante, de que esa casa a orillas del lago sería el lugar ideal para pasar un fin de semana. —Solo nosotros, la naturaleza y la tranquilidad. Verás, es exactamente lo que necesitamos —le había dicho. Pero en el fondo, Alice no estaba segura de si se trataba de una escapada o de enfrentarse a algo aún más insidioso.Un claxon resonó en la calle. Ella se sobresaltó antes de echar un vistazo hacia abajo. La furgoneta de Lucas estaba allí, c
La mañana llegó suavemente, envuelta en un velo gris. El lago, inmóvil y silencioso, parecía un cuadro congelado en el tiempo. Dentro de la casa, las tablas del suelo gemían bajo los pasos, como si la propia casa respirara lentamente. Lucas fue el primero en levantarse, siempre dispuesto a tomar la iniciativa.—¡Vamos, todos! ¡Despertad! ¡Os he prometido un fin de semana inolvidable y comienza ahora! —exclamó mientras tocaba suavemente la puerta de cada habitación.Alice abrió su puerta con los ojos aún pesados de sueño, pero no pudo ignorar el escalofrío que recorrió su cuerpo durante toda la noche. No había dormido, perturbada por ruidos lejanos que había intentado racionalizar.—¿Qué hora es...? —murmuró, ajustándose la chaqueta.—No te preocupes por la hora —respondió Lucas con su eterna sonrisa—. Hoy es día de relajarse. Pero, bueno, espero que estés lista para explorar un poco.Alice frunció el ceño. No estaba segura de estar de humor para explorar, pero tampoco quería ser la qu
La luz de la mañana, atenuada por densas nubes, bañaba la casa con una extraña penumbra. En su interior, tras un desayuno rápido, el grupo parecía vacilante sobre cómo pasar ese primer día. Las tensiones de la noche anterior se habían disipado ligeramente, pero un velo de inquietud aún flotaba en el aire. Lucas, fiel a su rol de animador entusiasta, se aclaró la garganta para llamar la atención.—Entonces, queridos amigos —dijo con una sonrisa radiante—, ¿qué hacemos hoy? No podemos quedarnos encerrados aquí todo el día, ¿verdad?Hugo, recostado en un sillón de cuero desgastado, levantó la vista hacia él.—Yo voto por quedarme tranquilo. La última cosa que quiero es andar de aventurero en el bosque. Este sofá es perfecto, y aquí tengo todo lo que necesito.—¡Hablas de un espíritu aventurero! —replicó Lucas, alzando los ojos al cielo—. Estamos en un lugar único, Hugo. No se da todos los días la oportunidad de descubrir un lago tan misterioso.Mathias, que limpiaba el objetivo de su cám
El crujido seco resonó en el aire tranquilo, y el opresivo silencio que se había instalado hasta entonces pareció romperse, dando paso a una tensión eléctrica. Lucas se quedó congelado, su mirada oscilando entre los árboles inmóviles y el círculo de piedras que se extendía detrás de ellos.—¿Qué fue eso...? —murmuró Mathias, con una voz apenas audible.Alice, con los ojos abiertos de par en par, retrocedió unos pasos, sintiendo en lo más profundo de sí que debía huir.—No deberíamos quedarnos aquí. Tenemos que irnos... ¡ahora!Lucas intentó disimular su malestar con una sonrisa forzada.—Calma, chicos. Seguramente es solo un animal. Se os ocurre un alboroto por nada.Pero antes de que pudiera terminar su frase, otro sonido surgió: un susurro furtivo, como si algo se deslizara entre las hojas secas. Mathias apretó su cámara contra el pecho, lanzando miradas nerviosas alrededor del círculo de piedras.—¿Un animal? ¿Y por qué no vemos nada? ¿Dónde están los pájaros? ¿Dónde están esos son
La casa descansaba en una oscuridad casi palpable, como si el peso de la noche estuviera tratando de aplastarla. Las paredes se agrietaron en lugares, sonidos difusos, amplificados por el silencio, resonaron como tantos recordatorios de su edad avanzada. En la planta baja, una luz lunar débil llena a través de las cortinas, proyectando sombras en movimiento en las paredes de la sala de estar. En su habitación, Alice, acostada en su cama, miró el techo sin poder cerrar los ojos. Su mente estaba constantemente devolviendo los eventos del día: el claro, las sombras, los crepitaciones. No podía convencerse de que no había nada. Cuando estaba a punto de levantarse para ir a la ventana, sonó un ruido sordo, que parecía venir del exterior. Ella se enderezó, sus sentidos alerta. Entonces, se escuchó otra perturbación, esta vez como un murmullo distante, apenas notable. Sus ojos miraban la ventana, donde una silueta indistinta parecía estar surgiendo, pero en un instante, había desaparecid
La tensión en la sala de estar era palpable. Las caras congeladas, las respiraciones seleccionadas, todo parecía suspendido en un silencio opresivo, hasta que el crujido volvió a resonar. Esta vez, parecía más cerca, casi por encima de ellos. Mélanie instintivamente hacia atrás hacia la pared, sus manos temblando mientras abrazaba la lámpara de antorcha que Hugo la había estirado. -Este ... no es el viento, susurró, sus palabras rotas por el miedo. Lucas dio un paso adelante, su mirada remachada en el techo. Por primera vez, no intenta sonreír, para hacer un comentario ligero para calmar los espíritus. Sus hombros estaban tensos, y sus manos, a quienes trató de mantener relajado, traicionó su ansiedad. "Muy bien", dijo, su tono menos seguro que le hubiera gustado. Subimos. Tenemos que ver lo que está pasando. Alice sacudió la cabeza con fuerza. - No, Lucas. No subimos. Y seguramente no todos juntos. Si algo nos espera allí ... - Qué ? interrumpió a Lucas. ¿Quieres que esperemos a
La nuit a été encore plus oppressante que la précédente. Les murs de la maison semblaient se refermer sur eux, comme si le bâtiment lui-même se nourrissait de leur peur grandissante. Mélanie, assise dans un coin du salon, regardait fixement la porte du sous-sol, espérant qu’elle s’ouvrirait d’elle-même à tout moment.« Nous ne pouvons pas rester ici », murmura-t-elle, plus pour elle-même qu’pour les autres. Cette maison... Ce que nous avons vu... Il va nous détruire.Lucas, appuyé contre une étagère, soupira lourdement.« Combien de fois allons-nous avoir cette conversation ? » Nous ne pouvons pas partir au milieu de la nuit. C’est dangereux dehors.Mélanie se tourna brusquement vers lui, les yeux brûlants.« Et c’est censé être plus sûr ici ? » Vraiment, Lucas ? Pensez-vous toujours que rester ici est une bonne idée ? Si vous ne nous aviez pas emmenés ici...« Oh, assez ! » Lucas répondit en levant les mains. Je vous ai déjà dit que je ne pouvais pas savoir ce qui allait se passer. A