Narra Nicol Martínez
Era una tarde soleada de domingo y aquí estábamos mirando con Tati la caja blanca que se encontraba arriba de mi cama... A la cual recién la había dejado un repartidor.
Ninguno de las dos se animaba a abrirla.
Lo que había dentro de esa elegante caja dictaminaba mi sentencia, esa que yo mismo había firmado unas noches atrás.
— ¡Ya! Si tú no me lo quieres mostrar entonces lo veré yo mismo. — Tati se levanta de la cama y comienza a abrir la caja donde descansa mi traje.
— Es horrible — digo mostrando mi poco entusiasmo.
— No te creo. Con lo caro que cuestan los diseños ahí no puede ser feo... — me dice lleno de incredulidad.
— Pues para mí es el traje más feo del mundo -— le digo encaprichada.
— ¡Ooohhh! — grita de pronto cuando abre la bendita caja — ¡Nicol, por Dios! ¡Es increíble! ¿Cómo puede disgustarte esto?
— Para mí no significa nada, es solo un capricho más de él y de mí madre. Si hasta parece que se han puesto de acuerdo los dos.
— La verdad te