Miyén y el Comodoro acompañaron a Silvia y Claudia al aeropuerto el martes al mediodía, y sólo cuatro horas después, las dos amigas se sentaban a tomar mate en la Roca Negra. Silvia seguía pálida y silenciosa, pero insistía en que estaba bien, y Claudia notó que apenas prestaba atención a su teléfono, como si no esperara que Jim intentara contactarla, ni quisiera contactarlo ella tampoco.
Y así era. No quería.
Paola no tardó en llegar, para que Claudia pudiera ir a Beltane antes que su perra destrozara la cabaña. Silvia se sorprendió al ver que su perro llegaba con ella. Max solía pasar el día en la calle, y sólo venía de visita a cenar.
—En algún momento me voy a quedar sola, ¿saben? —advirtió, divertida por la actitud de sus amigas—. ¿Y qué creen que va a pasar entonces?