Una breve presión en su hombro despertó a Jay. Lo primero que notó fue que ya era de día. Lo siguiente fue el hombre de pie junto al sofá, mirándolo con una sonrisa apologética. Intentó erguirse y halló la cabeza de Silvia descansando sobre su pecho, y su propio brazo en torno a los hombros de ella.
El hombre se dio cuenta que apenas podía moverse y se agachó a su lado para hablar en susurros.
—Perdón por molestarlo. Nos estamos yendo, y temo que no queda espacio en la camioneta de mi hermano para llevarlos a ustedes también. ¿Qué podemos hacer para ayudarlos?
Jay comprendió que era el padre de la familia que pasara la noche allí como ellos. Volvió a tratar de moverse y le hizo señas para que le diera un momento.
—Estaré en el corredor —dijo el hombre.
Jay se volvió hacia Silvia. No hab