Capítulo 01

La nieve caía sobre el jardín, cubriendo por completo los colores vivos de las flores, pintándolos de simplicidad, de un blanco sin vida. Aun viendo la nevada desde la ventana, envuelta en la calefacción del interior de la sala de estar, podía sentir aquel frío que emanaba del exterior, aquel frío que transmitía la nieve, congelando todo lo que tocara. Podía asegurar que ese frío se asimilaba al de mi corazón. Hoy no era un día normal, hoy se cumplían tres años de una lamentable tragedia, donde una de las familias más reconocidas y poderosas de Italia perdieron la vida, quedando en la extinción aquel apellido tan importante y temido.

"Los Moretti".

No había quedado nada de aquella familia, dejando solamente un rastro de venganza, siendo arrastrada por la única Integrante de la familia que sobrevivió, pero que nadie se enteró. Esa era yo, Abigail Moretti, mi nombre y apellido se habían convertido en el fantasma que atormentaba los recuerdos de algunas personas, pero lo que no sabían era que aquel fantasma pronto volvería a la vida.

Le di otra calada a mi cigarrillo y exhalé el aire, empañando una parte de la ventana frente a mí.

― ¡Ya llegué! ―anunciaron al entrar, no me inmuté, pues ya sabía perfectamente quien era, escuché sus pasos firmes acercarse y por el reflejo de la ventana vi como ponía las bolsas de compras sobre la isla de la cocina y sonría al verme ―Hola preciosa ―saludó, envolviendo sus manos en mi cintura desde atrás y dándome un beso en la mejilla.

― ¿Qué tal Roma? ―pregunté sin girarme y recosté mi espalda a su cuerpo.

―Como siempre en esta época―se apartó de mí para ir a sacar las cosas de las bolsas. Voté el cigarrillo en la basura y me dispuse ayudarlo. ―Para serte sincero, no creí que este año volveríamos aquí, te veías tan contenta en Brasil.

―Tenía qué, hoy se cumplen...

―Tres años de tu muerte, lo sé ―terminó la frase por mí.

―No solo la mía, también perdí a mi mejor amigo, a mis hermanos y si te pido cada año que regresemos aquí, es porque me hace sentir de cierta forma cerca de ellos.

―Está bien, tranquila ―Nikolay dejó las bolsas a un lado y caminó hacia mí, frotándome los hombros para tranquilizarme ―Sabes que siempre te apoyaré en lo que quieras, solo creí qué tal vez este año podía ser diferente, es todo ―Me agarró la barbilla, obligándome a verlo ―Recuerda que estoy a tu disposición ¿Ok? ―sus ojos grises me estudiaban con atención.

Asentí ante sus palabras y sonreí, él hizo lo mismo antes de besarme, suave y tiernamente.

― ¿Ya desayunaste? ―preguntó, yo volví a asentir con la cabeza ―Bien, vamos ―mencionó, entrelazando nuestras manos y guiándome a la puerta principal.

― ¿Y las cosas? Debemos guardarlas en la nevera.

―Pueden esperar, mientras más rápido vayamos al cementerio, más rápido volveremos a casa, ya me estaba acostumbrando al calor de Brasil y este frío que hace aquí me está congelando hasta los huesos.

―Solo estuvimos la mitad del año allá ―puse los ojos en blanco, tomé un abrigo y acomodé mis guantes de lana junto a mi sombrero del mismo material. Nikolay me abrió la puerta para que subiera. Él tenía razón, afuera hacia un frío pavoroso, en la primera respirada mi aliento se congeló en el aire, dejándome ver su vapor.

―Ya sabes donde, Jey ―le ordenó Nikolay al chofer, este asintió y puso el auto en marcha. Las calles de Italia estaban bulliciosas, para esta época las personas andaban de un lado para otro en compras navideñas. Le tomé la mano al rubio a mi lado antes de observar por la ventana para distraerme. Jey condujo la misma ruta de siempre, primero pasó frente a mi antigua casa, la cual solo quedaban ruinas de aquella mansión a causa del incendio de hace tres años donde perdí a Mey, Maya y a los gemelos, donde nunca encontraron restos de mi cuerpo y me dieron por muerta.

―Aún me sorprende que no hayan vendido el terreno ―mencioné, viendo como los muros habían sido cubierto por plantas, las que ahora eran cubiertas por la nieve.

―Escuché que lo estaban negociando ―dijo. Miré a Nikolay incrédula.

― ¿Y por qué no me lo habías dicho?

―Me enteré anoche en el casino, escuché hablar a unos inversionistas, a que no adivinas quién está dispuesto a pagarle gran cantidad de dinero al banco por eso ―señaló las ruinas.

―No me sorprendería si fuese Stefano.

―Exactamente. Solté un suspiro frustrado, el banco se había quedado con casi todas las propiedades de mi padre, ya que no había nadie de la familia que pudiera reclamarlos, Nikolay por ser el socio más cercano logró recuperar algunos negocios y terrenos con papeles falsos, para luego pasármelos a mí. Después de unos meses de mi “muerte” mi madre se casó con Stefano Walker, desde entonces él intenta comprar todo lo que alguna vez le perteneció a mi padre. Cuando decidí fingir mi muerte Nikolay me apoyó, me mantuvo oculta y se hizo cargo de todo, había aprendido tanto de él, que ahora me sentía lista para enfrentar mi pasado y poner en marcha mi venganza. Me giré hacia él para besar su nariz, Nikolay frunció el ceño e inclinó ligeramente la cabeza, confuso, pero no dijo nada, solo le hizo señas al conductor para que avanzáramos.

― ¿Crees que vengan? ―preguntó el rubio, abriendo una revista y poniéndose cómodo en el asiento. Ya habíamos llegado al cementerio.

―Cada año lo hacen ¿Por qué este no? ―pregunté, él se encogió de hombros. Después de unas horas ya la frustración me había consumido, nadie había venido a visitar mi tumba. Estaba a punto de decirle a Jey que nos fuéramos cuando una camioneta se estacionó, bajándose de ella mi madre y Silvina, la que fue mi nana cuando yo era tan solo una niña. Mi corazón empezó a latir fuertemente, puse las palmas de las manos contra la ventana y las observé caminar hasta mi lápida, ambas estaban muy bien abrigadas, el brillo de sus ojos ya no era tan tristes como antes. Mi madre limpió la nieve que cubría mi nombre y puso un ramo de flores a un lado.

―Se ven mejor que el año pasado ―susurré, no tan bajo para que Nikolay me escuchara. Mi madre y Silvina se mantuvieron en silencio por un momento y luego se dirigieron nuevamente a la camioneta. Observé mi alrededor, no había más carros ¿acaso él no vendría?

―No vendrá ―soltó Nikolay, llamando mi atención.

― ¿Qué?

―Darío no vendrá.

―No estaba esperando que viniera ―puse los ojos en blanco, casi podía sentir mi corazón palpitar en mi garganta por la mención de su nombre.

―Claro que sí, cada año puedo ver como tu rostro se ilumina cuando lo ves bajarse de su auto, lo ves detenidamente como camina hacia tu lápida y deja una rosa blanca ―mencionó con indiferencia ―Pues te informo que hoy no vendrá ―Afirmó.

― ¿Cómo lo sabes? ―Insistí.

―Debe estar muy ocupado organizando su fiesta de compromiso.

¿Qué?

Mi pecho se contrajo, sentía como la indignación recorría mi columna. Nikolay me enseñó la revista que tenía entre sus manos, en la portada de la revista salía mi exnovio, Darío, posando junto a una chica muy sonriente, yo la reconocí de inmediato, era Beatriz. Leí la descripción donde decía que el reconocido empresario Darío Rinaldi, se había comprometido con la modelo Beatriz Hyde.

Así que al final Beatriz había conseguido lo que quería. Cuando yo estaba con Darío ella intentaba ganarse el cariño de él y después de tres años, lo consiguió.

―Al parecer ya te olvidó, que pena ―mencionó Nikolay con un tono sarcástico, agarré su corbata y lo jaleé hacia mí con brusquedad, nuestras frentes casi tocándose.

―No me provoques ―amenacé.

― ¿O si no qué? ―Levantó una de sus cejas, retándome. Lo empujé para sentarme a ahorcajadas sobre él, lancé la revista a un lado y empecé a quitarme el abrigo. Jey subió la ventanilla negra para darnos privacidad y puso el auto en marcha.

―Amo cuando te enojas ―susurró él rubio aflojando su corbata y desabrochando su camisa.

―Cierra la boca.

―Lo que la princesa diga ―mencionó, soltando un suspiro de complacencia. Empezó a besarme, no tarde mucho en seguirle el ritmo. Estos años había aprendido a controlar mi ira de esta manera, pero al parecer a Nikolay no le molestaba ni un poco que controlara mi enojo con esta acción, de hecho, lo disfrutaba. Abracé su cuello para profundizar el beso. Queriendo de todas las maneras, olvidarme de mi ex guardaespaldas, el hombre que aún se empeñaba en aparecer en mis sueños, por más que intentara olvidarlo, mi corazón se negaba a hacerlo.

Darío, el hombre de ojos oceánicos y traje impecable. Pero por lo visto, él ya siguió con su vida, después de todo, no tendría por qué aferrarse a la chica muerta, aunque el amor de ella hacia él siga más vivo que nunca.

.

.

.

Me giré varias veces en la cama, intentando buscar el calor del cuerpo de Nikolay, al no encontrarlo abrí los ojos y me senté en la cama. La habitación estaba vacía, las persianas abiertas, dejándome ver la nieve que caía en el exterior.

Levanté los brazos para estirarme y luego froté mi rostro, intentando espabilar, al bajarme de la cama el frío del suelo me estremeció, pero intenté no darle importancia, envolví la sábana alrededor de mi cuerpo desnudo y salí de la habitación, al llegar a la sala de estar fruncí el ceño al ver a Nikolay parado frente a la puerta corrediza que daba al jardín, mirando distraídamente algún punto fijo del exterior.

―Buenos días —saludé, abrasándolo por la espalda para acariciar su abdomen desnudo, aprovechando que no llevaba suéter.

—Buenos días princesa ¿dormiste bien? —preguntó, dándole un sorbo a su whisky.

—¿Quién no duerme bien después de tener relaciones toda la noche? —pregunté, inclinando la cabeza hacia un lado para poder verle la cara.

— Buen punto.

—¿Está todo bien? ¿Por qué estás tomando tan temprano?

—Estoy estresado.

—Cuéntame —pedí, empecé a dejar besos en su espalda, él se tensó al sentir la humedad de mis labios, pero se relajó al instante.

—¿Recuerdas a Lex?

—Es tu hermano mayor ¿no?

—Así es, ninguno de mis hermanos estaba interesado en tener una vida como mi padre —Me estremecí, aún se sentía raro que él hablara con total tranquilidad de su padre conmigo, después de todo fui yo quien lo asesinó, me mantuve callada y dejé que prosiguiera con su relato —el único interesado era yo, siempre fui como la sombra de mi padre, abriendo negocios aquí y allá e intentando aprender todo lo posible de él, parecía obvio que yo heredara todos sus negocios y me hiciera cargo de sus cosas, pero resulta que Lex ahora si quiere ser parte de este mundo.

—¿Y qué harás al respecto? —pregunté. Nikolay podía ser cruel a veces, pero tenía un corazón sensible, algo que admiraba de él era su perseverancia, él no se rendía tan fácilmente y de una u otra forma, conseguía lo que quería.

—Atravesar una bala en su frente.

—¿Qué? ¡No! —lo solté, sorprendida.

—¿Por qué no? Es algo fácil.

—No lo harás.

—¿Quién me lo va a impedir?

—Yo —dije segura, él se giró un poco para verme, una de sus cejas se levantó y sonrió de medio lado.

—¿Tú?

—Si, él es tu hermano, tu familia, no puedes simplemente atravesarle la frente con una bala, no es correcto.

—La mayoría de las cosas que hago no son correctas, Abigail, no tengo tiempo de lidiar con personas que quieren exigir algo que no les pertenecen.

—Solo prométeme que hablaras con él primero, quizás puedan resolver sus indiferencias.

Nikolay soltó un suspiro de irritación y bebió todo su whisky de un solo trago.

—Bien, hablaré con él.

Sonreí, retrocedí unos pasos y dejé caer la sabana al suelo, quedando desnuda frente a él.

—Entonces ¿Quieres darte una ducha caliente con Abigail Moretti? —pregunté, me mordí los labios, viendo como sus ojos brillaban de deseo.

Él dejó el vaso a un lado y corrió hacia mí, tomándome entre sus brazos y cargándome sobre su hombro.

—¿Qué haces? —solté.

—¿Cuantas veces te he dicho que no andes descalza por el suelo frío? —ahogué un grito cuando le dio una fuerte palmada a mi trasero.

.

.

El sudor recorría mi frente, cuello y brazos, apunté el arma hacia el objetivo, contuve la respiración y disparé.

Puse el arma en la mesa y busqué la toalla para secar mi sudor. Después de una mañana excitante, Nikolay me trajo a practicar mi puntería, en estos tres años me había enseñado defensa personal y a usar una cantidad de armas que desconocía, no estaba dispuesta a ser la inofensiva chica que secuestraban con facilidad, ya no.

—Bien, nos iremos ya —dijo el rubio al llegar a mi lado, echándole un vistazo a la variedad de armas que había usado.

—¿Por qué?

—Iremos al casino.

Esa idea me gustaba, había ido al casino con él varias veces, en Rusia y en Brasil, pero nunca aquí.

—¿Es seguro?

—Claro, usarás tu disfraz de Dayana Evans, nadie te reconocerá —besó mi frente y me ayudó a guardar las armas.

Para Nikolay fue fácil conseguirme una nueva identidad, cédula, licencia y pasaportes, todo a nombre de Dayana Evans, era divertido fingir ser otra persona y gracias a ello, nadie sabía que uno de los Moretti aún vivía.

Llegamos a la casa y me di un largo baño, mi cuerpo me lo agradeció.

Envolví mi cabello mojado en una toalla al igual que mi cuerpo, había un hermoso vestido rojo en la cama.

—¿Te gusta? —di un pequeño salto del susto, Nikolay apoyaba su cuerpo en el marco de la puerta, contemplándome.

—Es muy hermoso, gracias —sonreí, él salió de la habitación para que pudiera terminar arreglarme, así que empecé a arreglar mi cabello y luego me maquillé, el color carmesí en mis labios me daba un aspecto sensual. La imagen de Maya, sonriendo con sus labios rojos vino a mis recuerdos, sacudí la cabeza para deshacer aquel recuerdo, si me ponía nostálgica iba arruinar mi maquillaje.

—¿Te ayudo? —Nikolay se me acercó para cerrar el cierre de mi vestido, dejando un ligero beso en mi hombro —Estás preciosa —mencionó, el vestido resaltaba mi figura.

Le regalé una sonrisa, me miré atentamente en el espejo, la peluca negra rosaba mis hombros y el flequillo cubría casi mis cejas, los lentes de contacto azules me recordaban a los ojos de Mey.

—Jey nos está esperando —informó, mirando su celular. Su esmoquin se ajustaba muy bien a su cuerpo y su cabello rubio peinado hacia atrás le daban un toque de seriedad.

—Vámonos —mencioné.

Después de unos veinte minutos ya estábamos frente al casino, la fila estaba súper larga y al parecer a las personas no les importaba esperar con este frío abrumador.

Me sujeté del brazo de Nikolay mientras entrábamos al lugar, el guardia de la entrada nos dejó pasar sin reproche.

Este era el casino de mi padre, que ahora me pertenecía, pero todos creían que Nikolay era el dueño y no me molestaba en lo más mínimo, confiaba ciegamente en él, algo bueno y malo a la vez.

Le dimos nuestros abrigos a un chico y caminamos con seguridad por el lugar, ganándonos un par de miradas curiosas y otras de admiración.

—Hablaré con estos inversionistas, intentaré sacarle más información sobre los negocios de Stefano.

—Bien, estaré a tu lado. —dije, pero cerré la boca de inmediato y me detuve en seco, Nikolay frunció el ceño, mirándome confundido.

—¿Pasa algo?

—Él está aquí —murmuré, mi corazón empezó a latir rápidamente.

—Mierda —Soltó Nikolay al darse cuenta a quien me refería —Intentaré deshacerme de él.

—Bien —solté su brazo y me apresuré al baño, sin esperar respuesta de su parte.

Dejé salir un largo suspiro cuando entré al baño, aún no me sentía lista para estar en el mismo lugar que él, no podía. Mis piernas temblaban de los nervios y mi cuerpo empezó a transpirar.

¿Por qué Darío tenía que venir justamente esta noche?

—Es increíble, ya quiero que llegue el día de la boda —mencionó una chica al entrar, acompañada de dos más.

Intenté parecer relajada y empecé a peinar aburridamente mi peluca.

Beatriz...

Ella se paró a mi lado, mirándose en el espejo para arreglar su maquillaje.

—¿No crees que van muy rápido? —preguntó la otra chica a su lado.

— ¿Disculpa? Él y yo hemos querido esto desde hace años, solo que había unos ciertos obstáculos que no nos dejaban vivir nuestro amor, pero al final lo conseguí — se defendió Beatriz, acusando a su amiga con el lápiz labial.

Por el espejo vi como sus amigas ponían los ojos en blanco y fingían una sonrisa.

Quería lanzarme contra esa rubia y dejarla calva, pero hice lo posible para controlarme.

Salí del baño, no podía soportar más tiempo su chillona e irritante voz.

Me escondí detrás de una máquina para poder observar a Nikolay y a Darío, ellos hablaban animadamente de algo, pero el semblante de ambos era frío e indiferente.

El cabello de Darío caía sobre su frente en varias hondas, su traje negro estaba impecable, se había dejado crecer un poco la barba, dándole un toque más maduro y sexy.

Sentía la necesidad de correr a sus brazos y besar sus carnosos labios, necesitaba sentir el calor de su cuerpo otra vez.

Él le dio una tarjeta a Nikolay y se alejó, encontrándose a Beatriz en la salida, quien se colgó rápidamente de su brazo.

Puse los ojos en blanco y me le acerqué a Nikolay, él sonreía en forma de burla al verme.

—¿Qué? ¿Qué es eso? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Una invitación a su fiesta de compromiso este finde semana —agitó la invitación frente a mi cara, se la arrebaté de un rápido movimiento.

—Bien, ahí estaremos —le aseguré. Ahora sí, todos se enterarían de que los muertos habían resucitado.

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