—Me sorprendes, pensé que en tu corta vida encerrada no sabías varias cosas de los chicos de tu edad saben, es más, pensé que no salías y ahora resulta que hasta tuviste un empleo en esta ciudad.
— No pienses más y no hagas trabajar más a tus pobres neuronas, así que ponte a trabajar, porque lo que huele—miró en dirección a los baños donde venía saliendo un señor gordo tocándose su pansa con una cara de satisfacción— alguien te dejo un regalo en los baños.
— Me caes muy mal querida
— Es mutuo, querido.
— Eres una pesada— dijo dándome un leve codazo, quien diría que este chico me haría ver mi suerte de una forma muy buena.
— ¿Pesada? — lo mire confundida, él me miró por un instante y entendió que no soy muy buena con eso de la