38 Miedo.
Los gritos de Mateo no se hicieron de esperar, pero incluso eso no saco de la nebulosa en la que Elizabeth estaba.
— ¿Que te pasa? Sabes que no están permitidas las armas dentro de la mansión, los niños están arriba, pueden asustarse, idiota. — lo veían y no lo creían, Mateo Zabet no solo estaba perdido por Elizabeth, definitivamente este hombre amaba a esos niños y ni él se había percatado de ello.
— Lo siento, pero creo que nadie lo queria seguir escuchando. — se justificó Hades levantando los hombros.
— Más que escucharlo, me gustaría verlo tres metros bajo tierra. — murmuró Ámbar.
— Me gustaría lanzarlo al mar de Italia, pero creo que sería contaminar demasiado el medio ambiente. — se jacto Victoria.
— El caimán podria arrancar su corazón, aunque dudo que tenga uno. — ofreció Felipe, tan disgustado como estaba su madre.
— El matarlo no es una opción. — Lucero dijo lo que nadie queria reconocer.
— No en este momento, pero luego de que se divorcie de mi cuñada… — Stefano se apegaría