Semanas después.
Alba caminaba del brazo de su madre por el enorme centro comercial. La chica sonreía al ver a su progenitora escoger varios adornos para el nuevo apartamento.
—En este florero quedarán hermosos los girasoles que tanto me gustan —comentó Maite, suspirando.
—Sí mamá —respondió Alba—. Vamos a pasar por la floristería y compraremos todas las flores que desees —mencionó la joven mirando a su mamá con gran ilusión. La chica se sentía orgullosa de por fin poder darle a su madre la vida que merecía.
Luego de caminar por varias tiendas y de adquirir muchas cosas Alba llevó a su madre al salón de belleza.
—¿Qué hacemos aquí? —cuestionó dubitativa la señora Rodríguez.
—Deseo que te consientan y te dejen más hermosa de lo que ya eres —advirtió Alba—, durante muchos años te olvidaste de ti, para dedicar tu v