New- York- Usa.
La señora María Teresa había reposado con tranquilidad luego de su viaje, como era su costumbre se levantó temprano y empezó a preparar el desayuno: arepas, con chocolate caliente.
Entre tanto en la habitación de Alba, Santiago llevó sus manos a su cuello, lo inclinó de un lado a otro, casi no había podido dormir, el sillón era muy incómodo para él, eso sumado al insomnio que le generó lo sucedido con antelación. Se puso de pie, la espalda le dolía, el cuello lo tenía tenso, ladeaba su casa.
Alba advirtió eso.
—Eso te pasa por necio —reprochó viéndolo a los ojos—; yo no tengo problema de dormir en el sillón.
Él dirigió su enrojecida y triste mirada a ella, no dijo nada al respecto.