CAPÍTULO 29. Tenerla cerca
[LIAM]
Esa sensación de nuevo.
La odio.
¿Se puede ser tan desafortunado en la vida? ¿Se puede caer en el mismo lugar dos veces?
Pero... no es el mismo.
Andy era mi bosque encantado, mi paraíso. El verde de sus ojos me transportaba a lugares inimaginables, tanto así que nunca imaginé que pudiera provocar tanto dolor.
Pero ella... ella me confunde: su terquedad, su carácter, su mirada…
Sus ojos.
Basta decir que con solo verlos ya descubrí la Atlántida, igual de misteriosos y llamativos.
Pero...
«¡¿Qué carajo estás diciendo, cabrón?! Es tan enemiga tuya como Andy», reclama mi subconsciente.
Pero verla en su faceta protectora es... difícil de ignorar.
Veo cómo abraza a la niña y remueve algo en mí, a lo que inmediatamente recuerdo.
El día de la presentación oficial a las empresas, en el parque... ¿Era esa niña? ¿Era ella? ¿No era Andy?
Hago memoria y la imagen de ese imbécil regresa a mi mente, el que la abrazaba en la oficina, era el que, de igual maldita manera, la abrazaba en el parque