Capítulo Treinta y Dos

Desde que llegue a casa, traigo una sonrisa un poco idiota pintada en el rostro que ni siquiera el humor sarcástico de Úrsula pudo borrar durante la cena; tanto así, que quiso saber cuál era la causa de tal estado de felicidad, pero obviamente no me moleste en contarle nada.

¿Para qué?

Hacía mucho tiempo que a ella no le importaba lo que pasaba con mi vida.

Mientras me bañaba, me vi varias veces en el espejo que había en una de las paredes de mi ducha y me di cuenta que me sentaba de maravilla sonreír así, lucia radiante, vivaz; incluso más joven… y llegue a la conclusión de que si estar cerca de Kenneth me causaba tal estado de euforia, entonces procuraría tenerlo lo más cerca posible de mí.

— ¡Vaya, vaya, hermanita! —la voz de Jared se escucha dentro de mi habitación, estoy recostada sobre mi cama con mi cabello húmedo colgando del borde mientras espero que desaparezca el exceso de humedad—. ¿Por qué tan sonriente?

Abro mis ojos y su rostro aparece en mi campo de visión, inclinado s
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