Capítulo Once

Abro los ojos de golpe, mirando todo a mí alrededor entre las sabanas que cuelgan del dosel de la cama. Al principio me siento  un poco confundida pero luego recuerdo en donde estoy.

Palpo a tientas con la mano detrás de mí y me encuentro con el colchón vacío, me giro y en efecto, no hay nadie junto a mí; me alzo sobre mis codos y paso una mano por mi alborotado cabello, quitando los mechones que caen sobre mi frente. La habitación, a diferencia de anoche, se encuentra plagada de una agradable calidez y un olor a salitre que se filtra con la brisa matutina entrando por el balcón abierto mientras las cortinas blancas son mecidas al compás del viento. 

Me dejo caer de nuevo sobre la almohada y sonrió al recordar lo que paso anoche;  lo que me lleva a preguntarme, ¿Dónde podría estar Kenneth en estos momentos? Seguramente habrá salid

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