Capítulo 31

Alex parpadeó, y la voz no le salió de los labios, observó aquel delicado rostro, esos enormes ojos azules mirándolo con expectación, buscando una respuesta que él no se la podía dar, debía comprobar que en verdad aquella niña era su hija, aunque su rostro era muy parecido al de su abuela: Alba.

Entonces observó a Jacqueline y la sangre reverberó en sus venas, la ira lo abordó, en un par de zancadas se aproximó a ella, la tomó de los hombros, y la zarandeó.

—¡Estás mintiendo! —exclamó. —¿Por qué hasta ahora? ¿Qué pretendes? —bramó agitado, con las pupilas dilatadas.

Alexa inclinó su rostro, y estalló en llanto, abrazó a su osito, atemorizada. María Dolores negó con la cabeza, y de inmediato se aproximó a la pequeña, la abrazó.

—No temas, tranquila —le dijo y la colocó detrás de ella—. Alex, cálmate, estás asustando a la niña —habló en voz alta.

Alejandro soltó a Jacqueline con rudeza, se llevó las manos al cabello y tiró de él, volvió a mirar a la niña, y se reprendió por su mal
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