Capítulo 58
Lolita todavía parecía lastimosa.

—No tengo otra intención, señorita Irene, no te enojes.

—Se preocupa demasiado, señorita Lolita.

Después de decir esto, Irene giró y salió directamente del salón privado.

En el momento en que se cerró la puerta del salón, ella vio a Robin arrancando un pedazo de papel para dárselo a Lolita.

Lolita no lo aceptó.

Con resignación, él tomó la servilleta y le secó las lágrimas meticulosamente.

—¿Tan grande y todavía llorando siempre?

—No es lo que quiero.

—Qué mal se ve.

Mientras decía cuán mal se veía, su rostro todavía mostraba una sonrisa.

Irene apretaba firmemente el pomo de la puerta del salón, sus nudillos se volvían ligeramente blancos.

Justo ayer, Robin le había dicho con total frialdad.

Llorar no serviría nada.

Irene siempre había pensado que el corazón de ese hombre era como una piedra fría.

Durante todos estos años, frente a ella, él había demostrado ser completamente impasible.

No se ablandaría por sus lágrimas.

Tampoco cedería por sus súplicas.
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