Hoy por fin era el día programado para verlo. Me miré en el espejo, sonriendo ante mi reflejo mientras me aseguraba de que mi atuendo y todo lo demás no infringía ninguna de sus normas.
Llamé a un taxi y le indiqué mi destino. El hombre me examinó pero no dijo nada.
Cuando llegué, me dirigieron a la sala de espera y me pidieron que esperara allí, pues había otras personas que también habían venido a ver a uno de los reclusos. Durante unos veinte minutos, observé, cansándome poco a poco, mientras un policía llegaba y llamaba por apellido al siguiente en ser atendido.
Me levanté de un salto cuando escuché al mismo policía gritar el apellido de Isaac.
Forcé una sonrisa mientras me acercaba a la sala de visitas. Había una pequeña mesa en el centro de la sala y dos sillas apoyadas a cada lado.
"Veinte minutos", murmuró el policía y se alejó unos metros.
Durante los primeros minutos, Isaac y yo nos quedamos mirándonos. Me pregunté qué se le estaría pasando por la cabeza y, por enésima