Rebeca no dijo nada.
Tras la llamada, Rebeca volvió a estornudar.
La tía de Rebeca, Martina, preocupada por si estaba resfriada, le preparó una infusión de jengibre, que Rebeca bebió y sintió más pesadez en la cabeza, y se quedó dormida en nada.
Cuando se despertó, se dio cuenta de que tenía fiebre.
Una fiebre alta que le hacía sentir que le daba vueltas la cabeza.
Carolina se acercó a ella, algo preocupada: —Mamá, ¿estás malita?
Rebeca: —Sí.
Esperanza también estaba preocupada e iba a llevarla a la mansión de los Lafuente para que la viera el buen médico de la familia.
Úrsula pensó que su enfermedad era grave y no podía retrasarla, y también le dijo que fuera a la mansión con Esperanza para que la viera el médico.
De vuelta a la vieja mansión, el médico la chequeó y le recetó medicinas, Rebeca se tomó las pastillas y subió a dormir de nuevo.
Cuando volvió a despertarse, la pesadez de su cuerpo y de su cabeza ya no era tan grave.
Y se encontró una pequeña luz encendida en el lateral y