Por supuesto que lo decía en broma.
Cómo podría Cristian hacer que Rebeca pagara la cuenta.
Y, como también le preocupaba que Israel se enterara de que se llevó a Rebeca a tomarse una copa, se fue con Rebeca después de pagar la cuenta.
Al mediodía del día siguiente.
Rebeca condujo hasta la villa de Israel para recogerlo.
Israel subió al carro y ella preguntó: —Profesor, ¿adónde vamos?
Israel pronunció una dirección.
Media hora más tarde, cuando llegaron al hotel, Rebeca e Israel fueron conducidos al reservado.
Cuando entraron, ya había dos personas sentadas dentro.
Eran dos hombres de mediana edad con una presencia imponente.
Al verlos entrar, los dos se levantaron: —¿Cómo están?
—Son Juan Ramírez y Fernando Smith —Israel los presentó con la misma expresión fría de siempre—. Ella es mi alumna, Rebeca.
Rebeca los había visto en las noticias.
Uno de ellos era un personaje importante en el ámbito militar y el otro era un tipo importante en el ámbito político.
Pero cuando vieron a Rebeca,