La opresión en el pecho que me provocaba escuchar su voz temblorosa apenas si me permitía respirar.
—Te amo. —Ella se aferró a él, suplicando con los ojos muy abiertos —. Lamento mucho haberte apartado, pero aún podemos volver a estar juntos. Podemos solucionar esto. Te protegeré, yo misma meteré a Bellomo a la cárcel, por eso estoy aquí para dar con el culpable de la muerte de tu tío. No has consumado el matrimonio. Habla con el sacerdote, pide una anulación. Envía bien lejos a esa prostituta y…
—No es una prostituta, Geraldine. —la voz profunda de Apolo la hizo dar un respingo de sorpresa. —Ella era virgen…
Incliné el torso