Capítulo 36

La tensión entre ambos, desde aquel día, era palpable y aumentaba conforme pasaban los eventos. La rubia despampanante, Samira, se había comunicado con Jerry en varias ocasiones, siempre tratando temas del embarazo, pero a mí se me antojaba planificado, justo para molestarme. Parecía muy segura en cuanto a responsabilizar a mi rubio por la paternidad de su retoño, por lo que llegué casi a tener la certeza de que, esos exámenes, arrojarían la correspondencia que tanto me había negado a aceptar, incluso la paranoia me había llevado a ver gestos, en el guardián, de sorpresa y alegría cuando hablábamos del bebé. Comencé a darle la razón a un pensador, que planteaba que, en las situaciones límites, verdaderamente afloraban las peores sensaciones humanas. Sabía que, en cuestiones de sentimientos, no podíamos absolutizar, porque los seres humanos somos una gama de matices, que mostramos los colores en correspondencia con las emociones. Yo no me consideraba una mujer egoísta, ni malvada, sin
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