Mundo ficciónIniciar sesiónCon una sonrisa con sabor a triunfo y el cuerpo totalmente erguido, el señor Meyer se encontraba en el centro de la mesa en la sala de juntas. Salvador, completamente incrédulo, no daba crédito a las palabras que su progenitor acababa de pronunciar.
¿Había oído bien? Aquello tenía que ser una estupidez o un delirio por parte del viejo.—Tú no puedes hacer esto —dijo Salvador, conteniendo apenas su furia.—Son mis acciones —respondió el señor Meyer con fría autoridad—, y puedo hacer con ellas lo que quiera.En ese instante, los demás integrantes de la directiva comenzaron a ingresar a la sala. El padre de Salvador señaló un asiento.—Si deseas, puedes quedarte. Pero eso no cambiará lo que ya decidí.Cristina, que también formaba parte del directorio, entró abriendo los ojos con sorpresa al ver que Josué ocupaba un asiento… pero no cualquiera. La mirada de ella se cruzó con la de Salvador, buscando en él alguna explicación, una res






