Rota.
Dolida.
Destruida.
Como la misma mierda. Así es como me siento mientras me monto en el carro de Timotheo y él me coloca el cinturón y luego se coloca el suyo.
Estoy en el aire, me siento como si hubieran pinchado mi globo de felicidad con una aguja muy afilada y me hubieran dejado tirada en el suelo, desecha, sin ayuda.
—Lo lamento.
—No lo hagas, no fuiste tú quien me fue infiel después de prometerm