Ninguno de los tres que estábamos allí dijo nada.
Sin quitar los ojos de encima de mi padre, veo como la enfermera comienza a teclear el teléfono del número de la policía.
—Señora, deje el teléfono. —Le ordena mi padre acercándose al escritorio y ella de inmediato da un paso atrás con el teléfono aún pegado de su oreja.
—Señor, le voy a pedir que se mantenga alejado de mí. —Dice ella, y me mira, sé que está buscando apoyo, pero no puedo brindarle más del que ya estoy dando, no puedo hacer una escena. Mi madre no merece esto.
Me muevo y me coloco en medio de ellos dos, aunque el escritorio, se supone, debería de proteger a la mujer.
Pero sabiendo que mi padre es capaz de haber colocado sus manos en el cuerpo de mi madre y apuñalado su piel dos veces…
Ya no sé qu&eacut