CAPÍTULO 11.
Amenadiel.
Mientras el mundo promete venirse abajo en el jardín de un millonario, yo salgo corriendo a la sala principal donde Matt Voelklein ha pegado el grito en el cielo.
Por poco tropiezo con la alfombra en cuanto llego corriendo a la sala. Mis muslos chocan con el respaldo del enorme sofá blanco. El corazón me late con fuerza.