—Bah, ¿trajiste a tu amiga viscosa? Esta no es una tienda de segunda mano —siseó la mujer—. Voy a llamar a seguri... —Antes de que pudiera terminar su frase, el gerente la tomó del brazo y la alejó de nosotras. Casi se cae al suelo por la fuerza.
Sus ojos sorprendidos recorrieron la habitación hasta que se posaron en su jefe.
—Se... señor? —tartamudeó, tratando de recuperarse.
—¿Estás loca? —gruñó—. ¿Tienes idea de quién es ella?
Irene se paró a mi lado, con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados hacia los dos. No parecía contenta, y quería alejarme de ella, incapaz de soportar más el calor de su aura, pero permanecí arraigada al suelo.
—Ella es Irene Landry —dijo en voz baja, forzando una sonrisa a Irene.
Los ojos de la mujer se agrandaron al mencionar el nombre de Irene. Rápidamente se giró para mirar a Irene, inclinando la cabeza.
—Señorita Landry, lo siento mucho. No la reconocí. Es un honor conocerla —le dijo, su tono de voz contenía un toque de nerviosismo.
Irene no parecía