Un corazón a media máquina.

Una pareja destruida psicológicamente, Beatriz con lágrimas en sus ojos ayudaba a su esposo que sufría por los intensos dolores, los analgésicos podrían aliviar el dolor de los golpes, pero no el dolor del corazón, un corazón que estaba roto y jamás volvería a ser el mismo, a ese corazón le faltaba una pieza que se había perdido o, mejor dicho, se la habían robado.

Ellos caminaron hasta la parada de bus más cercana del hospital, ella no sabía conducir y él no podría hacerlo, aunque lo quisiera hacer, su mente estaba bloqueada, dejaría el auto allí estacionado y luego volvería por él.

—Amor camina lento, no quiero que te lastimes— ella solo quería ser comprensiva con su esposo, pero el dolor era de ambos.

—Estoy bien, no te preocupes— con una mirada dulce el pudo aliviar la preocupación de su esposa por un momento.

Ellos viajaron hasta su pequeña casa, Beatriz estaba por abrir la puerta, cuando se sorprendió al escuchar un auto estacionarse detrás de ellos, era un auto negro de lujo y vidrios arriba, no debía de ser adivina para saber de quienes se trataba, su madre bajó desesperada buscando darle un abrazo de consuelo, sin embargo, lo que recibió fue una mirada de odio y desprecio, seguido de más de una palabra.

—Hija por favor perdóname, nunca debí dejarte sola, te necesito— con lágrimas de tristeza en sus ojos, lágrimas falsas y llenas de hipocresía.

Ella terminó de abrir la puerta para volver a sujetar la mano de su esposo, ellos seguían siendo uno solo, no dudo en responderle a su madre, no sabía quién estaba detrás del secuestro de su hija, pero no dudaba que fue su familia.

—Aléjate de mí, no te atrevas a tocarme más nunca en tu vida—

La firmeza y la determinación con que Beatriz le habló a su madre fue impactante, ella a pesar del rechazo de su familia y el destierro por un año entero, nunca fue grosera o desobediente, pero ellos habían llegado al límite con secuestrar a su hija, golpear a su esposo y darle la espalda en un momento que para ella era el más importante y terminó siendo el más difícil y trágico.

La mirada de Erika solo mostraba confusión, como cualquier mujer de dinero molesta por las palabras de su hija, ella miró fijamente al joven y no dudó en descargar su furia sobre él.

—No has hecho más que destruir la vida de mi hija, mira en lo que la has convertido, una mujer grosera y vulgar, no fuiste ni capaz de cuidar de ella y su bebé, además la tienes viviendo en este cochinero de mala muerte—

Punto menos para Erika, ella estaba insultando a la pareja de su hija, Beatriz era como una leona recién dada a luz, y no dejaría que nadie se atreviera a meterse con ningun integrante de su núcleo familiar, más allá del secuestro de su pequeña hija, Roberto era un joven maduro, ejemplar y respetuoso, de no haber sido por la maldad de las personas, él hubiese demostrado ser un padre ejemplar, no cabía duda alguna.

—Ve con tu veneno a otro lugar, estas equivocada Erika, me dieron la espalda pensando que volvería con ustedes por dinero, pero están equivocados, la vida no se trata de lujos, estoy más que segura que es él, mi lugar seguro y mi felicidad, encontrare a mi bebe, aunque sea lo último que haga en esta vida—

Ella terminó sus palabras y cerro la ceja de su casa, terminando de ayudar a su esposo que se mantuvo en total silencio durante toda la discusión, el era un joven bien educado por su madre, no le faltaría el respeto a una mujer, y menos a una persona mayor, Erika quedó detrás de la reja como una olla de presión a punto de explotar, esa muchachita se le había salidos de las manos, y nadie supo en qué momento fue, aunque la tenían bien vigilada desde pequeña, los encuentros con Roberto fueron inevitables, a tal punto de casarse el mismo día que cumplió la mayoría de edad.

Beatriz ayudó a Roberto, subir cada escalón era un martirio para ambos, aun así ella estaba más saludable físicamente que él, se subieron sobre la cama y ambos se quedaron dormidos, ellos estaban cansados y tristes, la depresión los estaba consumiendo.

Unas horas más tardes ella despertó por el dolor en sus pechos, no pudo evitar subir sus manos hasta su boca y ahogar un llanto, era doloroso saber que su hija tenía hambre en ese momento y ella no podría alimentarla, Roberto se despertó al escuchar el suave sonido que era perturbador, ella apretaba su estómago mientras lloraba suavemente a un lado de la cama.

—No vuelvas a llorar sola, somos un equipo y la carga podemos compartirla, ven acá mujer—

Ella con cuidado se metió a un lado de su pecho y el llanto se fue intensificando más y más, ambos lloraron por un largo rato, ella se levantó en busca de un envase en donde poder ordeñar sus pechos cómodamente, pero ver como la leche sería desechada le dolió aún más en el alma.

—Me duele demasiado, no encuentro consuelo alguno—

Ella habló suave y el no entendía sus palabras, ¿acaso le estaba doliendo mientras se ordeñaba los senos? —

—¿te duelen los senos? —

Ella lo miro y hizo una suave mueca con sus labios, en ella apareció una sonrisa forzada, ahí entendió que él estaba perdido en sus propios pensamientos.

—No mi vida, me duele el corazón, el secuestro de nuestra hija me ha dejado vacía por dentro— sus lágrimas caían como cascadas mientras vaciaba uno a uno sus senos.

—Me siento culpable, debí dejarte ir con tu familia, debí ser más hombre y capaz de darte una estabilidad— el negaba con la cabeza, era el dolor de una herida abierta, una herida que no iba a sanar jamás.

—Mírame Roberto Montero, eres todo lo que he deseado en esta vida, has sido el hombre más valiente que he conocido en la vida, un esposo respetuoso y un gran amante, lo que nos ha sucedido fue a causa de personas malas, personas que no son felices con sus vidas y andan arruinando la de los demás, vamos a encontrar a nuestra hija y de eso estoy segura— dichas las palabras deposito un tierno besos en sus labios.

—Aún después de todo, ¿quieres seguir conmigo? —

Ella lo miró con disgusto, ¿acaso su hombre se había vuelto bruto por la golpiza?

—Juré que sería tu esposa hasta que la muerte nos separe, y así lo será, descansa que iré en busca de comida a la cocina—

—Ve, ya te alcanzo—

Los jóvenes estaban demostrando ser fuertes y maduros, de nada valía derrumbarse en una cama, ellos necesitaban recuperar sus fuerzas y salir en busca de su hija, no perderían nunca las esperanzas de conseguirla.

Beatriz fue a cocinar algo rápido, y Roberto con mucho dolor en su cuerpo cargo el colchón de la cama hasta la planta de abajo, ellos en ese estado no podían subir y bajar las escaleras, era una casa pequeña y era mejor convivir en la planta de abajo, así fuese en mal estado, no era higiénico ni bonito a la vista tener que dormir en el piso de la sala, ella a verlo hacer tanta fuerza se preocupó, no quería perder a su esposo por un mal golpe.

—Basta deja eso ahí, no tienes necesidad de hacer todo ese esfuerzo— ella lo miró molesta.

Pero a él no le importo, siempre buscaría la comodidad de su esposa, y el subir y bajar las escaleras no era cómodo en este momento, el volvería a subir el colchón cuando fuese necesario, de lo contrario ella debería aguantar sus locuras.

—No hay necesidad de molestarse, ya tenemos más comodidad, no te enfades con este hombre enamorado que haría cualquier cosa por verte feliz y cómoda—

Ella forzó una sonrisa y lo invitó a comer, ellos empezarían una pequeña rutina hasta recuperarse.

Al otro lado de la ciudad se desarrollaba una discusión, un hombre con mucho poder y un delincuente discutían por la irresponsabilidad de un trato mal ejecutado.

—Este no fue el trato, quedamos en secuestrar a la pequeña y luego me pagarías mi parte completa, yo cumplí y quiero mi dinero—

—Y así será, ¿Qué te hace dudar de mi palabra? —

Una nube de humo se esparce por toda la habitación, el olor a tabaco era intenso, aún más que la discusión que se desarrollaba en esas cuatro paredes, el delincuente quería su parte del dinero para disfrutar de la buena vida.

—Señor no soy niñero, llevo varios días cuidando de la pequeña, vea que hace con ella y necesito mi dinero ya mismo—

El hombre se levantó molesto de la silla, nadie le hablaba de esa manera altanera y grosera, no cabía duda que lo haría pagar por su falta de respeto, nadie tenía el derecho de decirle que hacer, eran sus planes y él era quien decidía cuándo un trato se culmina.

—Llévate a la niña y la matas, dejas su cuerpo tirado en cualquier lugar, o mejor lanza su cuerpo al mar, ve que haces con esa bastarda, ahora toma y lárgate que no soporto tu presencia— el hombre le lanzó un morral lleno de dinero, era una cantidad razonable por su trabajo ejecutado.

El delincuente salió feliz por una parte y por otra nervioso, él era un delincuente de alta categoría, pero nunca atentaría en contra de un niño y menos uno recién nacido, era tan diferente al resto de los delincuentes, que odiaba el humo del tabaco, la orden era desaparecer a la niña, nadie la había visto, no tenían foto y dudaba que los medios de comunicación le dieran fuerza a la denuncia.

Decidió viajar lejos y dar en adopción a una familia que él conocía muy bien, se criaría lejos de la ciudad y como toda familia humilde, vivirían en un mundo distinto al de los ricos, jamás podrían reconocerla y sería imposible que la niña se encontrará con sus verdaderos padres.

Su viaje fue largo y tedioso, para su sorpresa la mujer a quien le entregaría en cuidado de la niña estaba recién dada a luz, era un punto a su favor, ella al recuperarse del parto que había sido en su casa, correría a presentar a la pequeña, les dejo una fuerte cantidad de dinero y luego partió a un mejor lugar, la niña no tendría lujos, pero estaba seguro que ella estaría llena de amor y cuidado.

La avaricia y el dinero jugo en su contra, pues estando en una playa de vacaciones juntos a dos mujeres hermosas, la muerte había llegado repentinanmente, la misma persona que le pagó por secuestrar a la niña, pagó para que lo asesinaran, él era el único que sabía dónde estaba el cuerpo de la pequeña, los tiempos cambiaban rápidamente y por el dinero baila el mono, podría hablar más adelante, además que el debía pagar por la ofensa de aquella noche en que le levantó la voz, los hombres de dinero no olvidan ni perdonan.

Y la orden del secuestro se dio con un simple propósito, hacer sufrir por el resto de la vida a Beatriz, ella nunca recuperará a su hija luego de muerta, un cargo de conciencia que tanto ella y su esposo llevarían hasta el final de sus días.

Los días fueron pasando y Beatriz la hermosa joven y heredera de la familia Domínico, desapareció de la faz de la tierra.

Un corazón herido y latiendo a media máquina se refugió en los brazos de su esposo, los Montero se marcharon de la gran ciudad en donde perdieron a su pequeña hija a manos de personas malvadas y sin corazón, ellos cada noche rezan una pequeña oración en donde le pedían a Dios que cuidara de su niña que ahora era una señorita.

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