233l – Años de luz
Habían pasado los años. No de esos que pesan o cansan, sino de los que enseñan. De los que iluminan el alma y revelan el verdadero valor de las cosas.
Mateo y Paula lo habían hecho bien. Con errores, con aciertos, pero siempre juntos. Aprendieron a hablar, a escucharse, a respetar los silencios y también a interrumpirlos cuando era necesario. El amor que construyeron no fue un castillo de fantasía, sino una casa de ladrillos firmes, sostenida con paciencia y ternura.
Paula se graduó con honores. Llevó su título en alto, sabiendo cuánto había costado. Pero no se detuvo ahí. Junto con Mateo y un equipo de jóvenes profesionales, abrieron su propia contaduría. Un pequeño estudio, lleno de entusiasmo y futuro. Un espacio donde los sueños se volvían números, pero también historias de gente que confiaba en ellos.
Mateo, con ese temple que solo dan los errores bien aprendidos, se convirtió en un pilar. Ya no era el muchacho inseguro que no sabía si hablar o callar. Era un h