82. Siempre hay un precio que pagar
Carol
Ambos sentados en cada lado de la cama y lo único en lo que podía pensar era ¿Por qué tenemos que arriesgar nuestra felicidad?
Siempre hay un precio que pagar.
Y uno muy alto.
—La amenaza de Marín me afectó más de lo que me gustaría admitir, lo siento.
No encuentro palabras que expresen lo aliviada que me siento ahora.
—Lo sé.
—Hay una promesa que aún quiero mantener en pie y es que dijimos que jamás dudaríamos del amor que sentíamos el uno por el otro, no quiero que sigas dudando, Carol, porque te puedo asegurar que te sigo amando tanto como el primer día, incluso más.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? —se gira para verme mejor —sigues dudando ¿No es así?
—Sí, me has estado alejando por semanas ¿Crees que un simple «Lo siento» volveré a convencerme de que podemos ser felices?
—Pero podemos —toma mi mano —podemos serlo.
—Ambos sabemos que no es así, no con Maximiliano vigilando tus movimientos, no con Gregor intentando matarnos en cada oportunidad que tiene, no con los ene