Francis salió de la habitación con una sensación de angustia en el pecho. Había creído que la conversación con su hermano sería distinta y lo aliviaría, pero sin embargo lo dejó más confundido que antes. Buscó a sus padres por el hospital y al hallarlos le informó que los esperaba. Luego decidió dejar el lugar hacia su hogar.
Antes de llegar a la casa, pasó por un drugstore a comprar algunas cosas para los pequeños, y un presente para ella. Estacionó el auto frente al garaje y tardó unos segundos antes de bajar, pero al hacerlo se sintió aliviado de estar en su hogar con su familia.
—Familia llegué —exclamó desde la puerta.
—¡Papi! —Corrió a su encuentro Siena.
—Papi Francis. —La secundó Misael.
—Mis pequeños. ¿Cómo están?
—Muy bien —respondió la niña por los dos.
—¡Hola mi amor! —Saludó a Kimberley al verla.
—Hola, amor —respondió ella—. ¿Cómo te ha ido?
—No me ha ido mal, pero tampoco cómo esperaba. —Bajó su mirada hacia la bebe—. Hola mi pequeña hadita.
—Hoy estaba un poco