Gabriel se quedó confundido.
En su confusión, vio que Ana abrió esos ojos seductores como flores de durazno, mirándolo fijamente.
Puso una mano en su hombro y luego con un empujón fuerte, se volteó y se sentó encima de él.
Gabriel no pudo evitar que sus ojos se oscurecieran, su nuez de Adán subía y bajaba.
—Ana...
Ana cambió completamente su comportamiento anterior, tomando la iniciativa.
Efectivamente.
Mientras la que se sintiera apenada no fuera ella, definitivamente sería la otra persona.
Desde esta distancia, Ana pudo ver claramente las puntas de las orejas de Gabriel teñidas de un rosa tenue, las comisuras de sus ojos curvadas hacia arriba, sus ojos brillando con alegría.
La luz que entraba de afuera los envolvía a ambos, sus sombras se superpusieron, sus respiraciones se entrelazaron, y la atmósfera se volvió inmediatamente íntima.
Gabriel se recostó contra el sofá, una mano instintivamente se aferró a la cintura delgada de Ana.
Tan delicada que cabía en una mano, lo que lo hacía