¿Cómo podía Paula no estar nerviosa? Acababa de difamar a Ana frente a Mateo.
¡Y ahora se encontraba cara a cara con ella!
Paula intentó fingir que no la había visto y salir rápidamente del hospital, pero Ana justo levantó la mirada.
Sus ojos se cruzaron en el aire.
En ese momento, pareció que todo a su alrededor quedó en silencio.
Paula apretó la correa de su mochila y, de repente, se enfureció. Sus mejillas se ruborizaron como una manzana madura.
Le devolvió una mirada fulminante. Ana no entendía por qué.
Definitivamente, comparada con Selina, Paula resultaba menos agradable a la vista.
Ana apartó la mirada con indiferencia, sin intención de hablarle.
Pero Paula no lo aceptó.
Siguiendo la lógica retorcida de "puedo decidir no hablarte, pero tú no puedes ignorarme", caminó a grandes pasos hacia Ana.
Y comenzó a lanzar acusaciones mordaces.
—¡Ana, debes estar feliz! Ahora Mateo ha perdido la memoria, ¡y te ama más que a nadie! ¡Pero yo sigo odiándote!
—¡No quiero que seas mi cuñada!
An