Por sentimiento de culpa, el padre transfirió la mayor parte de los negocios de los Torres a su nombre.Su padre también le había dicho que todo lo que pertenecía a los Torres era para él, Diego.En cuanto a Fernando...Si fuera posible, le encontrarían cualquier puesto en el grupo Torres, siempre y cuando no se muriera de hambre.Diego no pretendía desperdiciar su tiempo en estos asuntos familiares.En cuanto a Fernando y su madre, solo los mantenía vigilados, sin dirigir acciones específicas contra ellos.Pero precisamente esta actitud suya alimentó las ambiciones de la madre de Fernando.Ella quería todo lo de los Torres, quería que todo lo de los Torres se convirtiera en patrimonio de su hijo.Para heredar legalmente, ¡Diego tenía que morir!Diego imaginaba que ella era despiadada, ¡pero no hasta ese extremo!Un intenso odio le inundó el corazón, y al apretar el puño con fuerza provocó un reflujo de sangre que tiñó de rojo gran parte de la aguja.Ana no preguntó más.Solo dijo:—Lo
Media hora después. El primero en llegar fue Mateo.Con dos grandes bultos en la cabeza y su apuesto rostro ensombrecido, caminaba a grandes pasos, resultando bastante cómico.En los recuerdos de Ana, su momento más vulnerable había sido en la preparatoria, cuando salió en su defensa. Ella estaba siendo acosada por unos pandilleros de la escuela vecina, y Mateo fue solo a enfrentarlos. Cuando lo encontró, estaba cubierto de heridas. Quizás fue entonces cuando los sentimientos de Ana por él se intensificaron rápidamente.En el entorno donde Ana creció, sus padres fueron severos y exigentes. Nunca hubo nadie que arriesgara su seguridad por ella. Dicho crudamente, le faltó amor. Un pequeño gesto de amabilidad de cualquiera podía ganar todo su corazón sincero. Qué barato resultaba. Más tarde, Ana lo comprendió. ¿Por qué debía buscar la seguridad en otros? ¿No podía ella misma ser su propia fortaleza? En este mundo no se puede confiar en nadie; solo una misma nunca se traicionará.Ana apart
Estaba completamente seguro de que nunca había amado a Isabella.¡No había traicionado esta relación! Solo había cometido un error que cualquier hombre podría cometer.Mientras Mateo se sumergía en su autohipnosis, Ana se agarró naturalmente del brazo de Gabriel.Mirando a Mateo con una sonrisa, dijo con gracia:—Entonces no puedes faltar a nuestra boda.Lucía compartía con Ana ese momento de satisfacción: que su ex la llamara tía política. Solo imaginarlo resultaba gratificante.—No lo harás —dijo Mateo.La Ana que recordaba jamás haría algo así.El dolor fugaz en los ojos del hombre hizo que la mirada de Gabriel se ensombreciera.Entrelazó sus dedos con los de Ana, apretándolos firmemente, y cuando volvió a mirar a Mateo, sus ojos estaban cargados de desafío.—¿Por qué no lo haría? ¿Acaso me conoces bien?Ana soltó una risa despectiva, cuestionándolo.Captó claramente ese destello de asombro en los ojos de Mateo, y la sonrisa en sus labios se volvió más fría.Era exactamente como ell
Después de siete años de noviazgo y compromiso con Mateo Herrera, Ana Vargas decidió romper la promesa. Pasaron dos horas hasta que recibió una respuesta, en la que él insistía en hablar con ella en persona.La cafetería estaba muy fresca por el aire acondicionado, mientras afuera el sol se ponía y el cielo se oscurecía de forma gradual.Cada vez que cerraba los ojos, veía las impactantes imágenes de Mateo e Isabella Ramírez juntos. Mateo era su prometido, e Isabella, la hija biológica que los padres adoptivos de Ana acababan de encontrar. Mientras tanto, Ana estaba sola en el hospital, conectada a un suero para aliviar los dolores menstruales, cuando los descubrió abrazándose de manera íntima.¿Y quién era Mateo? Nada más y nada menos que el heredero de una de las familias más prestigiosas de Terraflor y presidente de Herrera Enterprises, un hombre cuyo tiempo era tan valioso que ella tenía que programar citas con semanas de anticipación.Sin embargo, ahora encontraba tiempo durante s
El repiqueteo de la lluvia se mezclaba con las palabras mientras Mateo sentía cómo su corazón se estrujaba al ver la figura decidida de Ana alejándose de él.—Perfecto Ana, ¡ya veremos si no te arrepientes! —murmuró entre dientes.Ana apenas vaciló antes de continuar su camino sin voltear. La lluvia arreciaba con fuerza mientras ella sujetaba vientre con una mano, tratando de aliviar el dolor, y con la otra intentaba conseguir transporte. Los minutos se convirtieron en media hora sin que ningún conductor aceptara su solicitud, hasta que tras cambiar de aplicación y subir la tarifa a cincuenta dólares, finalmente logró que alguien aceptara el viaje.Llevaba apenas cinco minutos esperando cuando su teléfono vibró con una llamada de Laura.—¿Es cierto que acabas de verte con Mateo? —le recriminó Laura.Ana se encogió ligeramente, masajeándose el estómago adolorido, y respondió con desprecio:—¿Y desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre con quién me veo?Desde que Isabella había re
Al día siguiente, la alta sociedad de Terraflor se reunió para la gran celebración. A tres horas del inicio de la fiesta, los invitados de los Herrera comenzaron a llegar en lujosos vehículos, lo que hacía que el único taxi de aplicación destacara de manera notoria, y las miradas se dirigieron rápidamente a Ana cuando descendió de él.—¿Qué está sucediendo? ¿Ana está tan mal que tiene que viajar en taxi? ¿Mateo no le mandó un auto? —murmuraban algunos curiosos.—Pobrecita, los Ramírez la echaron, y después de tantos años aún no logra casarse con un Herrera. Seguro ese compromiso está por romperse —comentaban otros.Ana entonces se vio rodeada de murmullos y miradas furtivas; algunas de lástima y otras de malicia. Sin embargo, los ignoró mientras avanzaba decidida hacia la habitación de Carlos. Al llegar, levantó la mano para tocar, pero una conversación al otro lado la detuvo.—Mateo, pronto tendrás tu propia familia, por lo tanto, debes ser más cuidadoso con tu comportamiento —decía e
—Lo siento muchísimo, no me fijé —se disculpó una voz femenina con evidente malicia.El vestido de Ana, que llegaba hasta los tobillos, ahora tenía un profundo rasgón en el muslo que dejaba ver su piel blanca. Al volverse, se encontró con una cara familiar: Paula, la hermana menor de Mateo. No era la primera vez que le hacía una jugarreta de ese tipo. En el pasado, por respeto a Mateo, Ana siempre había optado por callar, pero ahora... ¿qué importaba?Casi todos los presentes observaban la escena, asombrados, esperando que Ana hiciera el ridículo. Paula la miraba desafiante, pero cuando vio que Ana tomaba una copa de la mesa con tranquilidad, un mal presentimiento la invadió.Efectivamente, entre los gritos de Paula, Ana le derramó la bebida sobre su costoso y delicado vestido.—Disculpa, se me resbaló —dijo Ana con una sonrisa enigmática, arqueando una ceja.La audacia del gesto hizo que varios contuvieran el aliento por un momento.—¡Ana! ¿Estás loca? —gritó Paula.Era el cumpleaños
La declaración de Gabriel los sorprendió a los tres. ¿Desde cuándo era tan amable? Por lo que Mateo recordaba, su tío era un hombre frío y distante, siempre dedicado a la investigación científica en el extranjero, sin mostrar ni la más mínima cercanía con nadie. ¿Y ahora se ofrecía amablemente a llevar a Ana?Mateo frunció el ceño, sintiendo una inexplicable inquietud. —Tío, yo puedo llevarla.—Es el cumpleaños de Carlos y tienes muchas cosas que atender. No te preocupes —respondió Gabriel, alternando la mirada entre Mateo e Isabella, con una sonrisa burlona en los labios.Isabella se tensó, sintiéndose incómoda ante la presencia intimidante de aquel hombre. ¿Qué tan cercano era con Ana? No pudo evitar especular, aunque la envidia hacia Ana predominaba en ella.Ignorando por completo a la pareja, Gabriel abrió la puerta trasera del auto, mientras decía: —Señorita Vargas, por favor.A esas alturas, Ana no tenía razones para rechazarlo, por lo que se montó en el vehículo sin más. Mien