¡Definitivamente estaba desquitándose por Viviana!La relación entre ambos le parecía muy peculiar a Ana.
Pero no podía hacer suposiciones sin fundamento.
Eso podría afectar negativamente a Viviana.
—¡Ana, este es un asunto familiar que no te concierne! —gritó Samuel.
No tenía derecho a opinar.
Ana no se alteró. Chasqueó la lengua. —Mira, no he dicho nada. No te pongas a la defensiva. ¿Acaso tú mismo te consideras un cobarde?
—¡Ana!
—Señor Ramírez, esto es una comisaría. Le sugiero que controle sus modales.
Ana era prácticamente la consentida aquí.
¿Se atrevería Samuel a gritarle?
Eso sería venganza personal.
Samuel, humillado, tenía un rostro aún más oscuro que antes, como si fuera a gotear tinta.
Apretaba los puños, conteniendo su ira.
Viviana firmó la fianza. Cuando Armando salió de la sala de interrogatorios, Ricardo llegó apresuradamente.
No esperaba encontrarse con su segundo hijo, Samuel.
Padre e hijo se miraron, hasta que Samuel habló primero: —Papá, ¿qué haces aquí?
Su mirada e