Capítulo 228
La expresión de Mariana se endureció visiblemente. Sus pupilas se contrajeron de repente al escuchar ese nombre que tanto detestaba salir de los labios de la madre de Gabriel. Después de sufrir varios reveses con Ana, su reacción física era casi involuntaria. Sentía náuseas, asco.

De inmediato, su rostro se tornó pálido y descompuesto.

Guadalupe, preocupada, preguntó: —¿Qué te pasa Mariana? ¿No te sientes bien?

Mariana apretó sus manos, obligándose a respirar profundamente. Sonrió con aparente despreocupación, manteniendo su pose de frialdad.

—Estoy bien, Guadalupe.

—Tengo una amiga que conoce bastante bien a Ana —respondió.

Una respuesta inesperada.

Guadalupe miró a su esposo Gonzalo, intercambiando una mirada. —¿Oh?

—Bueno... creo que es difícil de contar. Entre ellas hay algunos roces, y lo que me han contado puede estar algo sesgado por emociones personales.

Mariana estaba siendo astuta. No podía simplemente hablar mal de Ana directamente. Necesitaba a alguien que la protegiera, un
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