Esa tarde fue el renacer del amor que por un poco más de dos años estuvo oculto, mi cerebro volvió a recordar cada uno de los espacios de su cuerpo que creí olvidado.
Nos amamos como queriendo recobrar todo el tiempo que habíamos perdido, no hablábamos sólo nos acariciamos, nos besamos y entre jadeos y suspiro el sol se iba ocultando, para darle la bienvenida a su eterna enamorada, la luna.
—Adrian ya es muy tarde tengo que irme.
—Cuando nos volvemos a ver, ahora que te encontré no pienso perderte.
—No sé, yo te aviso.
Me visto con mucha rapidez, todo fue muy lindo, pero ahora que le digo a Damián, seguro que ya llegó a la casa y me está esperando.
—Amanda te noto muy nerviosa, es más yo diría que aterrada.
—No, ¿por qué tengo que estar asustada? sólo que se me hizo tarde y tengo que hacer algo urgente y creo que ya no puedo.
—Amanda, detente estás sumamente nerviosa, mírame, quiero que me digas con toda la sinceridad.
Te arrepientes de