Ares
Me encontraba en el medio del salón, mientras los camareros recogían y la orquesta continuaba tocando con suaves acordes.
Me quité los gemelos y arremangué mi camisa, cuando la vi dejar el delantal sobre una de las mesas. Se acercó a mí con los labios curvados en una suave sonrisa.
Tenía los ojos brillantes, como el jade, y me perdí en ellos hasta que estuvo frente a mí.
—Baila conmigo —. Le dije, tomándola por la muñeca y acercándola a mí, antes de colocar mis manos sobre sus caderas.
—¿Ahora? —Miró a nuestro alrededor, éramos los únicos en el salón, además de la orquesta.
Les pedí que se quedaran porque no quería irme a la cama sin saber que no había bailado con la mujer que amaba.
—Sí, he esperado toda la noche para poder tenerte para mí un momento a solas —. Todavía con dudas en su mirada, se acercó a mí y dejó que la estrechase —. Y si tengo que ser completamente franco, le pedí a la orquesta que continuase tocando porque deseaba poder hacer esto. Bailar contigo, no he