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— Hola Isabella, no sé si me recuerdas.
— Alex se acercó peligrosamente a mi esposa.
— Soy Alexandre Hard y fuí el padrino de tu boda, déjame ser el primero en decirte que te ves hermosa.
— Isabella rodó sus ojos al igual que yo.
— Se supone que Brenda estaría disponible para ti las 24 horas y en todo lo que necesites, Isabella.
¡No puedes venir hasta aquí.!
— Traté de reclamarle pero Alex intervino de nuevo.
— Ciro, ¡Joder! Los Japoneses están en la sala de juntas, lo que menos necesitamos ahora es una pelea entre marido y mujer.
— Murmuró casi de manera imperceptible, mirando a nuestro alrededor.
Por mucho que lo odiara era cierto.
— Si me permiten pueden terminar esta conversación en un lugar más privado.
— Extendió sus brazos para guiarnos hacía una oficina multiuso que se encontraba en frente.
De forma rápida abrió las puertas corredizas que dividían la mesa en escuela y las fotocopiadoras, luego nos obligó a entrar para evitar el ruido junto con el