Capítulo XXXII

Retrocedo.

Crow hace el amago de seguirme. No obstante, el chófer lo detiene.

—Deja que lo procese —le gruñe, muy tranquilo, como si esperase una reacción así.

Observo mis palmas trémulas como si ellas tuviesen la culpa. Sacudo la cabeza una y otra vez, sin desear ingerir ese trago amargo. Es como la vez pasada en el río, cuando sus aguas me envolvieron de manera protectora. Yo llamé su ayuda sin tener la menor idea… Esos dones ya salieron a la luz del todo.

—Controlarás ese poder con el tiempo —argumenta el moreno a unos pasos de mí. Entretanto, Zelig saca las maletas del baúl; finge que no ha pasado nada, más le sale mal—. Pronto empezarás a conocerlo. —No doy un paso atrás en el momento que posa su dorso en mi frente—. Vamos, entra. Necesitas calmarte.

Los ojos me pican, no solo por el

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