Capítulo LXXX

Me levanto la camiseta y reviso el moretón que se extiende por la tenue cicatriz que me quedó del corte que recibí hace ya un tiempo por perder por primera vez el control. Bufo. Al tocar la zona, siento las costillas moviéndose como una advertencia, aunque bien puede ser una impresión mía de muy mal gusto. Ya me las he roto unas cinco veces, si no estoy mal. Hundo los dedos en la pomada verde, que huele como a menta por su combinación de ruda, coca y otras plantas, y la esparzo por todo moretón que halle antes de vendarme. Cuadro los hombros con los ojos puestos en el espejo; la decisión firme brilla en ellos, al igual que algo de temor. Frunzo los labios. Ya no estoy tan demacrada ni tan amarilla. Poco a poco voy retomando mi anterior estado. Ladeo la cara. Es bueno.

Salgo y toco la puerta de la habitación de mi padre. Lo oigo removerse.

—Ya me iré —aviso.

Espero unos minut

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