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- ¡Ya era hora de que Lina despertara!

Oigo el sonido de la potente voz jovial de mi entrenador, es muy joven, pero aun así es siete años mayor que yo, tiene la piel bronceada, el pelo castaño oscuro, los ojos marrones miel con algunos trazos verdes, el físico no tan fuerte pero tampoco tan delgado, es decir, lo tiene todo en su justa medida, me gusta mucho, me siento tan bien a su lado, es el único que no me maltrata. Confieso que ya me he distraído mucho en mis entrenamientos admirando su belleza poco común.

-Lina, ¡vamos! - suspira -Sé que ya estás despierto, vamos no tengo tiempo para tus bromitas.

Como ta suave el lugar donde está mi cuerpo en reposo, sin muchas ganas, sin ningún deseo en absoluto, me obligo a abrir los ojos y me contemplo con la amplia espalda de mi entrenador y como me atrevo termino bajando mi mirada a su mediano y redondo culo, ahí que quiero apretarlo, solo para saber si es tan duro como parece, nada del otro mundo.

Acabo mordiéndome el labio inferior con este deseo.

-Veo que se ha recuperado bien, señorita Lina -dice y se vuelve hacia mí-.

No sé cómo sabe, porque nunca ha oído nada de mí, que admiro su belleza y que ya he babeado por él. Cosas triviales de un adolescente.

Debe ser por eso que lo sabe, porque el primer día que fui a conocer el gimnasio donde entrenaría literalmente se me cayó la baba cuando lo vi por primera vez apoyado en su moto negra con su casco en la mano, ni siquiera se me cruzó por la cabeza que sería mi instructor, de todas formas, me vio y sonrió de lado, haciendo que mis mejillas se calentaran y bajara la cabeza la baba rodó por mi boca haciéndome sentir aún más avergonzada.

-Extraño, llevas unos cinco minutos despierto y hasta ahora no has dicho nada -dice acercándose a mí.

-No es mucho, es que no tengo nada que decir.

-Eso es algo insólito de ver -sonríe de lado, y yo me giro a otro lugar que no sea él para que no babee como la primera vez.

-É... Tal vez.

-Vamos, te ayudaré a subir.

-Puedo levantarme solo. -Bien.

Intento levantarme de la cama y un dolor extremadamente fuerte junto con el sonido de los huesos chocando se hace presente haciéndome gritar y volver a tumbarme en la cama.

No entiendo, ¿por qué siento estos horribles dolores?

Miro a mi entrenador y él se da cuenta de mi confusión, pero en lugar de explicarme lo que pasa me da la espalda y saca su teléfono móvil del bolsillo trasero de sus pantalones blancos y llama a alguien.

-No podrá ir, está muy herida... También creo que esta es la mejor solución... Bien, te esperaremos.

Termina y vuelve a mirar en mi dirección, no me dice nada solo se sienta en un sillón color crema junto a una pequeña ventana abierta para ventilar la habitación, y por fin presto atención a donde estoy; estoy en una habitación que utilizan los sanadores para atender a los heridos y enfermos.

¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí?

Oigo el chirrido de la pesada puerta de madera vieja al abrirse y aparece el beta del alfa supremo, al que no he tenido el disgusto de conocer personalmente, Albert Lins, con su traje negro perfectamente confeccionado y una corbata gris.

-Buenos días entrenador Martins, señorita Sorvatorres -habla todo elegante.

-Buenos días, señor beta Albert -le saludamos juntos.

-Creo que ya conoce el motivo de mi visita, ¿verdad, señora Sorvatorres?

-No.

-¿No? ¿No? ¿No se lo has dicho, entrenador? -Gran mirada a mi entrenador.

-No, cuando se despertó estaba confundida y no se lo dije.

-Bien, pero que no se repita. Cuando doy una orden, a menos que el Tribunal Supremo la revoque, hay que obedecerla.

Se me olvidó mencionar como este supremo beta es arrogante y engreído, que se cree la última coca del desierto y solo ve a los demás como meros omegas que solo sirven para servir a los alfas, o como ellos prefieren ser más humildes ser llamados sangre azul. Si el beta es así, no quiero ni imaginar cómo debe ser el alfa supremo, porque si un subordinado se cree mejor que todos los demás, imagínate el todopoderoso alfa supremo.

-Sí... - dice conteniendo su ira.

-Voltado, he venido a ver de cerca al niño que ha conseguido salir con vida del oscuro bosque en el que está prohibida la entrada -habla como si... Ni siquiera sé qué, pero es algo malo.

-No sé, ¿entré en el bosque? ¿Por qué no me acuerdo?

-¿No te acuerdas? -pregunta mirándome como si fuera de otro mundo.

-No.

-Bien, de todos modos en seis semanas volveré.

-¿Podemos saber por qué? -pregunta el entrenador con una ceja levantada.

-De momento no, pero pronto lo sabrás.

Entonces el hombre pensante nos da la espalda y nos deja a mí y al entrenador solos en la habitación.

Lo miro y cuando nuestros ojos se encuentran un fuerte dolor de cabeza me golpea y los recuerdos de lo sucedido me invaden, recordé la razón por la que entré en el bosque, estaba huyendo del grupo de los populares luchadores de sangre azul de la manada Luna Nueva. Me persiguen desde que llegué, porque le di una buena paliza a su líder, que casualmente es el primogénito del alfa, y como premio todo el grupo vino a por mí cuando acabó el entrenamiento para darme una paliza, así que huí y me adentré en el bosque oscuro.

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