CAPITULO VEINTIDOS

Maxwell

Las veces que fui testigo de los castigos de mi padre en mi niñez, quede traumado en la forma cruel que castigaba. Sus métodos más sutiles eran desgarrar trozo por trozo la piel con un cuchillo de cocina, hasta cortar dedos lentamente. Obviamente la manada no se daba cuenta de nada, sólo sabían que las personas osadas que desafiaban su ley no volvían. Comencé a pensar lo peor cuando está mañana Isabella le alzó la voz en medio del desayuno.

Nunca había visto a Dimitri tensar la mandíbula y contener la ira ante semejante humillación, lo peor, en su propia casa. Isabella estaba ganando un lugar en el calabozo y, no el mejor.

—Cázala, secuéstrala, manipula ¡O ve con una maldita bruja! Pero a esa chiquilla malcriada la quiero de nuestro lado ¡Ya!

Caminaba como León enjaulado por toda su oficina, la rabia er

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