Capítulo veintiuno
Exasperante silencio
Salgo del despacho igual a como llegué. Sin embargo, a medio camino un mareo me aturde y todo mi cuerpo se desestabiliza. Me aguanto de las barandas de las escaleras, pero no consigo sostenerme y siento que voy a caer por ellas.
Ya veo la caída venir y el pánico se apodera de mis sentidos.
Pongo mis manos en mi vientre para protegerlo de los posibles impactos, pero el ruso llega primero y detiene la caída a tiempo. Me gira para comprobar mi estado y en el preciso instante en el que clava sus ojos azules en los míos, me desvanezco en sus brazos.
Despierto al oír voces a mi alrededor, me remuevo y puedo sentir algo conectado a mi brazo izquierdo. Abro los ojos con extrema lentitud para acostumbrarlos a la claridad. No obstante, me desconcierta ver que todo está oscuro.
—Ya despertó —escucho una voz que no reconozco.