Capítulo treinta y tres
Ya no hay vuelta atrás
La piel no deja de arderme con la boca que barre todo mi cuerpo a besos.
Sus dedos recorren mis piernas, ascienden con una tortuosa lentitud y después de lo que parece una eternidad, llegan a la cara interna de mis muslos para tocar mi ansioso y palpitante sexo.
Los gemidos agudos acompañados de los gruñidos masculinos resuenan en la habitación en una especie de melodía sensual.
Un fuerte jadeo escapa de mis labios al sentir una juguetona mordida en mi muslo, muy cerca de mi entrada. Los besos no se detienen y de un momento a otro, me encuentro recibiendo el mejor oral de toda mi vida.
Mis uñas se clavan en su piel, aferrándose a la carne en tanto su boca no me d