Capítulo 11.

Isaac.

Sin esperar a que responda sale de la casa, me quedo sentado en medio de la cocina completamente solo y con el alma desecha. Ahogo un suspiro de frustración, no me queda más que recoger los fragmentos de mi roto corazón. Dejo pasar alrededor de unas dos horas, mil ideas cruzan por mi mente y a la vez ninguna termina de convencerme. Fuera de sí, me encamino al despacho que fue de mi padre y del cajón de su escritorio extraigo la pistola que él utilizaba para corregir errores. Guardo el alma entre mi pantalón y abdomen bajo, tomo las llaves del auto y salgo de casa.

En el trayecto me encuentro con demasiada congestión vehicular, sin embargo, no me encuentro alterado, extrañamente me siento calmado, como quién sabe de ante mano que le depara el destino y espera pacientemente que todo acontezca. Pasados unos cuarenta y cinco minutos llego a la dirección señalada, busco donde estacionar, decidiendo hacerlo en la parte trasera del edificio. No quiero que, por esas malas casualidades
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